12.01.06. Don César Vidal es un conocidísimo escritor y periodista. Licenciado en varias disciplinas, Doctor en otras, ha escrito numerosos libros. Colabora en “La Razón” y en la COPE lleva la sección “La Linterna”.
En la política actual ataca al gobierno socialista y alguno de sus libros, como “Las Checas de Madrid” y “La Masonería” le sitúan como hombre de derechas.
Don César Vidal es protestante. Así lo dice él mismo y lo manifiesta en sus escritos. Hace unas semanas hacía en “La Razón” un resumen de la película “Lutero”. Acaba de llegar a mis manos un ejemplar de su obra “El Último Ajusticiado”.
En el artículo citado primeramente, elogiaba al reformador. Especialmente por su doctrina condensada en la frase “solo la fe, sola la Escritura y solo Cristo”.
Don César Vidal es teólogo, un servidor no. Pero el sentido común me permite discrepar de él y afirmar que en dicha frase se contienen dos absurdos de mucho bulto. “Sola la Escritura”. La Escritura sola no tiene ningún valor. Es necesario que haya una Iglesia que nos la presente como Palabra de Dios”. Por creer en la Iglesia creemos en la Escritura. La Escritura había sido leída por generaciones de cristianos antes de que Lutero llegara al mundo. Los Santos Padres habían escrito centenares de obras basadas en la Escritura. La Escritura por tanto no estaba sola, aunque ella fuera el fundamento de todo lo demás.
“Sólo Cristo”. Ya advirtió un teólogo alemán de principios del siglo XIX, que el mal de los protestantes era que no habían asimilado el misterio de la Encarnación. Efectivamente: El Verbo Encarnado es Hombre. Tiene Madre, tiene familia, tiene amigos, NO ESTÁ SOLO. Fue su Pasión la que nos redimió. Pero en ella, de algún modo, participó su Madre que “estaba junto a la Cruz”, y también otras mujeres y San Juan. Ese “sólo Cristo” se presta al equívoco. Pues si bien es cierto que solo El nos redimió, no estuvo sólo cuando nos redimía. Y en la Gloria, junto al Padre y el Espíritu Santo, están también quienes de algún modo han participado de su sacrificio.
Cierto es que la Iglesia en los tiempos de Lutero necesitaba una reforma. Pero una rebelión que origina multitud de organizaciones religiosas profesando diferentes (incluso opuestas) doctrinas, no era la reforma requerida. La Iglesia necesitaba una poda. Lo que hizo Lutero fue asestarla tres hachazos, con sus tres “solo”, que dejaron a sus seguidores sin unidad, sin Sacramentos y a merced del primer iluminado que se creía profeta.
De su libro “El último ajusticiado” he llegado a leer cuatro de las seis historias. Todas ponen “a caldo” a la Iglesia. No dudo de que mucho de lo que cuenta es verdad, aunque en algunos casos le echa mucha imaginación. Pero la misma verdad, cuando se cuenta de manera tendenciosa, se convierte en mentira. Vidal nos presenta una Iglesia en la que no hay más que corrupción, ignorancia y superstición. Y en una Iglesia que ya había enviado cientos de misioneros a América tenía que haber algo más que curas de “olla, misa y doña luisa”.
La reforma era necesaria y la reforma se hizo en el seno de la misma Iglesia, como prueba de la asistencia del Espíritu Santo. La historia posterior lo demuestra. Santos, nuevas órdenes y congregaciones, nuevas formas de espiritualidad…. ¿Podrá presentarnos el señor Vidal entre los seguidores de Lutero algún místico de la talla de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, amante de los pobres como San Vicente de Paúl, etc. etc.?
Me impresionó el juicio que la novelista Peral S. Back hace de su padre, misionero protestante en China, en su obra “El Ángel Luchador”: “Así era mi padre antes de que Jesús le tocase el corazón y Calcino se lo secase”.
Por eso me adherí al juicio que emitió hace años la novelista Mercedes Salisachs cuando la preguntaron qué opinión tenía de los protestantes. “Pobrecitos; me dan mucha pena”. Dan pena almas que sinceramente quieren seguir a Nuestro Señor y carecen de lo necesario para ello. Ni Sacramentos, ni multitud de prácticas. Solamente la Escritura mutilada y enfocada a determinados pasajes, prescindiendo del más importante “tomad y comed, que esto es mi Cuerpo; tomad y bebed que esto es mi Sangre”.
Por eso Lutero ya no es para mí “un fraile que se casó con una monja”, sino un cristiano fervoroso que se equivocó con trágicas consecuencias para sus seguidores.
Don César Vidal, por lo que escribe, sigue anclado en los prejuicios anticatólicos de los luteranos del siglo XVI. Parece que no se ha enterado de que en el siglo XX católicos y protestantes han padecido persecuciones por parte de los mismos enemigos de Cristo. Que en Alemania, olvidados los agravios de siglos pasados, en los años inmediatos a la guerra, unos y otros se prestaban los templos para la celebración de la Santa Misa o de los oficios
La manera con que César Vidal relata sus historias, me hace recordar la que emplean los derrotados de 1939, para contar las suyas. Uno y otros escriben como si desde entonces no hubiera pasado el tiempo. Como si aún estuviéramos en la lucha de aquellos años y de nuestra pasión dependiera el resultado. Incluso llegar a un resultado distinto del que se dio. El señor Vidal ha combatido a los rojos y nacionalistas. Pero no se da cuenta de que cae en sus mismos errores. Con una diferencia en su contra. Que rojos y nacionalistas pretenden cambiar la historia de hace setenta años. El señor Vidal va más lejos aún. ¡Llega hasta cuatro siglos y medio!
Carlos Ibáñez Quintana