27.02.2006. Barón de Montevilla (7-III- 1926 a 1-II-2006).    Su elevado servicio a Dios y España no puede recogerse en estas líneas. Su vida está escrita con letras de oro en cuanto esposo y padre de familia, por su más alta responsabilidad política, y por su aceptación cristiana de una larga enfermedad.

            Hombre de profundo estudio y meditación, me concretó políticamente a mis 16 años lo que aita Teodoro me enseñó sin excesivas precisiones,  convirtiendo mi carlismo sociológico y familiar en carlismo militante.

            Su familia de Orbe, oriunda de Ermua (Vizcaya), tuvo  responsabilidades en el Ejército carlista durante las tres guerras. Su padre, don Jaime de Orbe y Vives de Cañamás (1894-1933), fue nieto de don Juan Nepomuceno de Orbe y Gaytán de Ayala, marqués de Valdespina. Colegial de los Jesuitas en San Sebastián y Tudela, estudió Perito Agrícola en Villaba (Navarra). Huérfano de padre desde casi los 7 años, entró en la política activa con su suegro don Mauricio de Sivatte Bobadilla, marqués de Vallbona, que proclamó la Regencia Nacional y Carlista de Estella en el Aplec de Montserrat el 20-IV-1958, ante el falseamiento del espíritu de la Cruzada por el Régimen del general Franco, y lo que consideró claudicación de don Javier de Borbón-Parma ante el Régimen franquista (César Alcalá, 2001).

            Participó en los Aplecs Carlistas de Montserrat. Fue cofundador de la Asociación “Círculo Familiar Virgen del Camino” de Pamplona, de contenido carlista aún sin el nombre (Ideario). Perteneció a Unión Carlista y asistió a su Primer Congreso Nacional en el Escorial (1 al 4-V-1980). En 1986 apoyó con gran entusiasmo el Congreso de la Unidad de todos los carlistas en San Lorenzo de El Escorial, siendo elegido y reelegido hasta sus últimos años como consejero nacional de la Comunión Tradicionalista Carlista. 

            Hombre de afirmaciones nítidas, firme y austero en el vivir, mantuvo hasta el final de sus días la vibración y empuje carlista a pesar de su enfermedad. Sus enseñanzas cotidianas se expresan en su artículo titulado “Una serie de aporías” (“El Pensamiento Navarro”, 24-IV-1976), en sus cartas a los historiadores Javier Tusell, Ricardo de la Cierva (4-VII-1997), y a la familia de Miguel Ángel Blanco (VII-1997) asesinado por ETA, así como en mis cuatro largas entrevistas con él en 1998 y 1999. Su carlismo se vertebró en el Reinado Social de Jesucristo (que los católico-liberales rechazan, originando así todos los actuales males), en la convicción del gran daño que el general  Franco hizo a España y al carlismo, en que el carlismo es imprescindible para la salvación de España, y en la necesidad de la Suprema Autoridad política.

            Su sólida piedad cristiana ha destellado hasta su último suspiro, fundamento de su profunda unidad de vida. Descanse en paz. Con reconocimiento y admiración,

José Fermín Garralda Arizcun