18.05.08. No sabemos qué importancia tendrá para el futuro del PP la retirada de María San Gil de la Ponencia Política que se presentará en el próximo congreso de su partido.

Al parecer, en el seno de PP existe una corriente que propugna el acercarse a algunas posturas del nacionalismo moderado, para conseguir más votos en unas provincias en las que han retrocedido considerablemente en las últimas elecciones. María San Gil discrepa de ellos porque sabe que de nada sirve un acercamiento al nacionalismo, aunque sea moderado. María San Gil tiene razón y sus compañeros de partido deberían hacer más caso a la experiencia de una mujer, que vive la política vasca sobre el terreno, que a sus ilusiones.

Enseña la experiencia que el nacionalismo siempre ha “sacado tajada” en las alianzas o acuerdos en lo que ha participado y ha sido muy poco, o nada, lo que ha dado a cambio. Es, un error político en que se viene incurriendo desde hace un siglo por parte de los dirigentes de algunos partidos españoles: esperar algo del nacionalismo al que suponen moderado. Existe, sí, un sector nacionalista moderado en las formas. Pero en el fondo el nacionalismo se basa en, la negación de que los vascos somos españoles. Y en eso no hay moderación que valga.

Del nacionalismo moderado esperaban algo los políticos conservadores de la monarquía saguntina. Tres alcaldes nacionalistas de Bilbao fueron nombrados de Real Orden y el mismo D. Alfonso saludó militarmente a la “ikurriña” que ondeaba en el “batzoki” de Begoña.

Del nacionalismo esperaba algo D. Mateo Múgica, Obispo de Vitoria, cuando impulsó la coalición del PNV, dirigido por José A. de Aguirre, miembro de los Propagandistas Católicos, con los tradicionalistas. Al primer canto de sirena que les dedicó Indalecio Prieto, abandonaron la coalición.

Esperaba Prieto domesticar a los nacionalistas con el ofrecimiento del Estatuto. Llegó a conseguírselo en octubre de 1936.  Con ello se aseguró la participación nacionalista en la Guerra en su bando; algo que en 1931 hubiera parecido imposible. Con ese Estatuto los nacionalistas avanzaron en su independentismo. Les dieron la mano y cogieron el brazo entero. Asumieron los nacionalistas funciones de política exterior. Se hicieron los dueños de la organización militar en Vizcaya, llegando J. A. de Aguirre a destituir al General Llano de la Encomienda. Consiguieron una gran resonancia en el exterior, presentándose como los defensores de la libertad de un pueblo oprimido. Sus batallones de gudaris rechazaban la bandera tricolor, aunque fuera el gobierno de la Republica quien pagase sus armas. ¿Qué dieron a cambio Prieto y los suyos?

Pusieron toda clase de obstáculos a que se implantase la organización en grandes unidades que decretó Madrid. Cuando la aceptaron, la mitad de Vizcaya había sido ya ocupada por el ejército liberador. Desobedecieron las órdenes del mismo Prieto de destruir la industria pesada, que cayó intacta en manos de los contrarios. Se rindieron en masa en dos ocasiones. En la última, la de Santoña, ocasionaron una brecha por la que avanzaron las Brigadas de Navarra y cortaron la retirada a Asturias a las fuerzas de Santander. A reserva de lo que digan los expertos militares, pensamos que ello permitió la liquidación del Frente Norte antes de la llegada del invierno de 1937-1938.

El mismo José María de Areilza intentó, hacia 1964, la formación de un movimiento conservador vasco en el que se integrarían los nacionalistas “moderados”.

Por eso no es extraño que a la llegada de la democracia, el PNV recibiera de Madrid 200 millones de pesetas, para poner en marcha un PNV liderado por el “moderado” Arzalluz y desbancar a Garaicoechea.

Sabido es que Arzalluz llegó a ensalzar a Aznar diciendo que había recibido de él en pocas semanas, lo que le había sido negado por  Felipe González durante años.

Existen nacionalistas moderados. Pero no un PNV moderado aunque, en ciertos periodos,  esté dirigido por personas moderadas y razonables. El que un hombre como José Jon Imaz haya sido desplazado por Joseba Egibar, da idea de lo que es ese partido. Mientras Imaz da prueba de su valía personal trabajando en empresas extranjeras como investigador, la procedencia del su oponente es un ayuntamiento guipuzcoano donde trabajaba de administrativo.

El PSOE ha mantenido una línea de acercamiento al PNV durante la pasada legislatura. Ha fracasado. Y en ese mismo fracaso quieren incurrir los políticos del PP, contra lo que opinan quienes, en su partido, conocen mejor a los nacionalistas.

¿Qué se puede hacer para desbancar al nacionalismo del poder que hoy detenta? Hace treinta años diríamos que hablar de Fueros. Hoy ese remedio no vale. Pues los nacionalistas de ahora no saben lo que eran los Fueros. Sus mismos modos de gobernar esta Comunidad Autónoma son antiforales. Hoy hay que hablar de libertades concretas, que son lo que los Fueros preservaban. Hay que ir a los hechos con espíritu foral. Hay que presentar a los vascongados soluciones que les devuelvan libertades que hoy se les niegan. Protección a la familia, defensa de la vida, libertad de los ayuntamientos, libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos, empezando por el idioma en que quieren que se les imparta, etc.

La tiranía del Gobierno de Vitoria ya ha originado una protesta de los padres que piden el derecho de escolarizar en castellano a sus hijos. Y del mismo Gobierno Vasco una ponencia reconoce que se han cometido y se están cometiendo errores. Lo mismo hay que hacer en los demás campos de la vida. No basta con hablar de Fueros y presentarlos como si fueran una ideología más. Hay que llevarlos a la vida.

Pero para eso hay que desprenderse de la mentira liberal que diviniza al Estado y hace que toda la vida de la sociedad, aún en sus mínimos detalles, dependa de él. Y a eso no parece que estén dispuestos ni en PSOE  ni el PP.

Carlos Ibáñez Quintana