La CTC, voz política genuina del catolicismo español

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18.10.2004. Circular de la CTC a los carlistas de toda España y a todas las personas comprometidas en defensa de los principios cristianos, sobre la presencia en la vida pública de las organizaciones católicas

La agresividad de los poderes públicos y la manipulación de la cultura contra la fe cristiana y contra las instituciones inspiradas en ella está moviendo a un número creciente de personas a buscar los cauces apropiados para la acción cívica y política. Este acoso ha provocado la aparición de nuevas entidades en defensa de instituciones sociales y principios elementales para la convivencia. Al mismo tiempo, han cobrado nueva vida otros grupos antiguos que languidecían en ámbitos restringidos, y son numerosas las voces que se alzan pidiendo una acción concertada al servicio del pueblo cristiano.

La CTC ha sostenido durante años los principios cívico-religiosos emanados de la Doctrina Social de la Iglesia, y se felicita de que otras iniciativas den igualmente respuesta a sus llamamientos. Espera que éstas reflejen un conocimiento real de la seria situación espiritual y social de nuestra patria. Nuestra Comunión ha demostrado sobradamente, en momentos decisivos de la historia española, su capacidad para sacrificarse por la civilización cristiana, aportando a las empresas que fueron dignas de ello el empuje de sus hombres y mujeres. Esta ejecutoria nos demanda ahora clarificar nuestra posición respecto a las inquietudes actuales, mediante las reflexiones que siguen, para evitar que nuestro silencio se preste a cualquier tipo de confusión:

La CTC siempre ha estado, y sigue estando, abierta a tratar las necesidades de la situación, con la mayor amplitud de miras, con las entidades católicas de cualquier tipo operantes en la esfera cívica o política. Únicamente hemos cerrado las puertas a posiciones manifiestamente heterodoxas y a grupos contestatarios a la autoridad del Papa o al magisterio permanente de la Iglesia.

La resonancia histórica de nuestra Comunión, y la nitidez de sus principios y de sus símbolos no se avienen a planteamientos ambiguos en materia doctrinal ni pueden disimularse para pagar peaje a lo “políticamente correcto”. Somos conscientes de las limitaciones de nuestra organización política. Pero no se nos oculta que tales limitaciones son comunes a casi todas las entidades católicas presentes en la vida pública.

Un número relevante de vocaciones religiosas y políticas en nuestra sociedad procede de familias de carlismo arraigado. No es casual que aquellos ambientes donde se ha rendido culto a la tradición cristiana hayan resultado fecundos en vocaciones comprometidas. La capacidad de sobreponerse a las corrientes dominantes no se improvisa. Es producto de vocaciones crecidas a la sombra de lo auténtico.

Es deber de la CTC prevenir al pueblo carlista y a todos los católicos patriotas en general sobre las limitaciones del activismo inspirado por apremios puramente defensivos. Se abordan los problemas por las ramas cuando la raíz, el naturalismo político o el liberalismo, no puede arrancarse. Y no puede arrancarse cuando se aceptan sus premisas fundamentales como peaje satisfecho a la cultura democrática.

La CTC mantiene contacto con la jerarquía de la Iglesia, cuyas orientaciones religiosas sigue fielmente. Al mismo tiempo, recaba su plena autonomía en el terreno político, autonomía no sólo permitida (G.S. 76), sino urgida a los fieles seglares por el Concilio Vaticano II. Es en virtud de esta autonomía y protagonismo estrictamente seglares como la CTC puede desarrollar un diálogo filial y respetuoso con la jerarquía eclesiástica, elevando a los pastores aquellas preocupaciones propias del orden temporal y aquellas exigencias de la identidad española asumidas por nosotros como herencia irrenunciable.

Es importante aclarar que la CTC no se opone a la participación de los carlistas en actividades de otros grupos católicos, ni siquiera de sus miembros y simpatizantes, aunque sí espera de éstos, en cualquier caso, un conocimiento riguroso de las diferencias de planteamiento y de estatuto, así como de las consecuencias que, a distintos niveles, especialmente en el orden doctrinal y programático, acarrean estas diferencias.

Esta Comunión quiere reiterar públicamente su identificación con el principio del exclusivo origen divino de la autoridad, reafirmado solemnemente como palabra sacrosanta, en el mensaje conciliar del Vaticano II a los gobernantes (Docs. del C. Vaticano II: mensajes a la Humanidad. A los gobernantes: B.A.C., Madrid, 1975, pág. 620). Este compromiso supone en el orden práctico un propósito constante de introducir invariantes en los procesos democráticos, para reivindicar el orden divino-natural en las instituciones vigentes.

El programa político de la CTC es coherente con la Doctrina Social de la Iglesia, adaptado a su magisterio más actual, fundado sobre la permanente vigencia de sus principios esenciales: Estamos seguros de la continuidad de esta doctrina sobre sus principios básicos, antes y después del último Concilio Ecuménico, sin fracturas ni giros contradictorios. Aceptamos de antemano el aislamiento que esta coherencia pueda producirnos respecto a quienes, desde opuestos extremos, imaginen fracturada dicha continuidad.

La CTC no comparte la creencia de que la participación en el debate social exija de las formaciones católicas adaptaciones que, yendo más lejos de lo accidental, comprometa los principios o disimule elementos valiosos de nuestra herencia histórica reciente o lejana. Por el contrario, esta Comunión estima probada la incapacidad de tales procedimientos para abrir espacios a la acción católica en la cultura dominante. La inspiración de esta cultura hace irrelevante todo pronunciamiento carente de caridad.

La CTC asume, en la medida de su representación, pero de forma irrevocable, el mantenimiento de los compromisos solemnemente contraídos por la nación española con el Sagrado Corazón de Jesús, haciéndose portavoz de la adhesión perseverante de una parte aún significativa de nuestros pueblos a Su Soberanía. La CTC cree de importancia decisiva para el futuro inmediato de España la renovación de las consagraciones realizadas en el siglo pasado, incluida aquélla al Corazón Inmaculado de María de la que hoy se cumplen cincuenta años.

La CTC está abierta a todos aquellos católicos conscientes de la importancia de sostener los principios indispensables al orden temporal. Tiene plena confianza en la capacidad de innumerables compatriotas para encontrar, en momentos de grave crisis histórica, el camino de la genuina liberación, que no es otro que el de la Verdad. Que nadie se sienta excluido, sino aceptado.

      Y afincados en la seguridad del triunfo próximo y arrollador de Aquél que viene a establecer su Reino (Ap. 11, 17),

Madrid, 12 de Octubre de 2004

50º aniversario de la Consagración de España al Inmaculado Corazón de María