La izquierda vende una burra
05.09.06. La actuación diplomática del ex presidente Felipe González ha dado lugar a que un periodista recordase lo que de el se repetía cuando protagonizaba la política: “era un artista vendiendo la burra”.
La referencia a al pollino me ha traído a la memoria una historia que oí en mi niñez a mi padre. Un labrador de Aloria decidió deshacerse de su vieja burra. Aloria es una aldea que dista de Orduña unos dos kilómetros. En Orduña se celebraban ferias anuales los días 22 y 23 de junio. El aldeano llevó el animal y se lo vendió al primero que llegó, que fue un gitano. Este le dijo:
– Ahora necesitará Vd. otra bestia.
– Efectivamente.
– Pues yo tengo una burra joven que le puede venir a Vd. muy bien. La llevaré a la feria de Quejana.
Quejana pertenece al Valle de Ayala. Allí está la torre origen del linaje que tanta importancia tuvo en Toledo en tiempos de los Trastámaras. La feria anual se celebraba el día de San Juan.
Fue nuestro hombre a Quejana y el gitano le presentó un animal de alzada parecida al que le había vendido, joven, de brillante pelaje, perfecta dentadura y vivos movimientos. El labrador quedó encantado y pagó gustoso la suma que el gitano le pidió.
Volvió a su aldea. Tenía que pasar por Orduña. Le extrañó que el bicho se dirigiera, sin necesidad de ser guiado, a la bocacalle que correspondía para salir a la carretera que conducía a Aloria. Todo seguido, por la carretera de Vitoria, llegaron al desvío del que sale el camino para la aldea. Aquello le empezaba a oler a chamusquina. Más sospechoso fue cuando, en la proximidad de su casa, el animal emitió un rebuzno, igual que lo había hecho durante años. Era la misma burra.
En 1936-1939, tras grandes sacrificios, España se deshizo de una democracia que se había mostrado incapaz de enmarcar la convivencia entre los españoles. Los valedores de la misma no pudieron ofrecer otra a fecha tan inmediata como lo hizo el gitano de nuestra verídica historia. Pero llegó un tiempo en que España anestesiada, volvió a pedir democracia. Y entonces la izquierda se la ofreció a España. Era la democracia de siempre pero arreglada exteriormente con una nueva Constitución.
Para la derecha entontecida aquello era algo nuevo. Era romper con un pasado de enfrentamientos. Y la recibieron con alborozo.
Poco a poco fueron apreciando unos síntomas sospechosos. Se estableció el aborto. Se suprimieron fiestas religiosas. Se despenalizó el aborto…..Para nosotros, eran pruebas de que la democracia, como la burra del cuento, era la misma de la que España se había librado a costa de grandes sacrificios.
No sabemos en qué momento nuestro labrador se dio cuenta de que le habían colocado la misma burra que él había pretendido sustituir. Pero es indudable que cuando al animal se le fueron los tintes del pelaje y dejaron de hacer efecto los estimulantes que le habían administrado, admitió que había sido engañado.
El enmascaramiento que para la democracia fue la Constitución, se ha caído. Como desaparecieron los tintes del pelaje de la burra. Los mismos que impulsaron la Constitución, han prescindido de ella con las reformas que están impulsando. Sin embargo los españoles que, anestesiados en 1978, aceptaron la democracia bajo el nuevo disfraz, persisten en su engaño.
En efecto: mientras el aldeano de nuestro cuento se dio cuenta que tenía que adquirir otro animal, los demócratas de derecha se lamentan de las transgresiones a la Constitución que llevan a cabo los demócratas de izquierdas.
¿Qué nos hubiera parecido si el aldeano del cuento se hubiera quedado lamentando el que al pollino se le habían pasado los efectos de los estimulantes suministrados por la ciencia calé y de la pérdida de color del pelaje? ¿Absurdo, no? Pues eso es lo que está haciendo el Partido Popular
Carlos Ibáñez Quintana