Cuando apuñalaron al Carlismo
11.07.07. Hay gente para todo. Y no faltan escritores que llenan páginas y más páginas cantando las glorias de quienes transformaron el Carlismo en un movimiento democrático.
Menos palabrería y atendamos más a los hechos.
El Carlismo no necesitaba de ninguna transformación. Le bastaba con permanecer fiel a sus principios de siempre, que no es poco. Siempre fue un movimiento defensor de la justicia y de los derechos despueblo. En materia de libertades, nada tenía que aprender de los corifeos de la Revolución, contra los que siempre había luchado, incluso con las armas. Tampoco de falsos profetas educados en universidades europeas desconocedores de las tradición jurídica de los Vitoria y Suárez.
Entre 1965 y 1965 observamos, unos con sorpresa y nosotros con indignación, un cambio en el lenguaje con que se expresaba el Partido Carlista. Cambio que, posteriormente, afectó a la conducta de dicho partido.
Sin meternos en detalles diremos que se renunció a toda nuestra doctrina anterior. Nuestros pensadores clásicos eran denostados. Se aceptaban los principios revolucionarios contra los que habíamos luchado en cuatro guerras.
Como se piensa se acaba obrando. Por eso pactaron con la rojería y entraron a formar parte de plataformas, juntas y platajuntas, tendentes a derribar al régimen, que cayó cuando se produjo la inevitable muerte de quien lo representaba. .
El resultado de tanta aberración fue la práctica desaparición del Carlismo como fuerza política. Como dijera el sagaz periodista Emilio Romero, “El carlismo había quedado para el archivo”.
Con pena y rabia hemos contemplado como los jóvenes activistas del Partido, corrompidos mentalmente por las prédicas que les habían impartido en los años anteriores, recalaban en el Partido Comunista, en el PSOE, en el nacionalismo y hasta en la ETA. Otros, que habían permanecido inmunes a tan deletéreas enseñanzas, se han rendido ante la eterna seducción de “el mal menor” y son el sostén del PP.
A eso llaman la “transformación democrática”, la “clarificación ideológica” etc. Cuando deberían denominarlo “el apuñalamiento” del Carlismo. ¡Y todavía hay quien alardea de haber participado en el mismo!
Y decimos “apuñalamiento” porque al Carlismo no hay quien lo haga desaparecer. “Estás equivocado”; pensamos cuando leímos el juicio de Emilio Romero arriba recordado. No hay nada ni nadie que anule el permanente valor de los principios que se encierran en el trilema “Dios, Patria- Fueros y Rey”. Por eso el Carlismo renacerá. Porque en la CTC mantenemos los principios.
Más aún, si el Partido Carlista aún puede movilizar algunas personas, se trata de gentes que siguen fieles a esos principios, que no se han enterado que sus jefes los han abandonado y han renegado de ellos. La gente es así. Han concretado su fidelidad en una organización y ello les impide ver la realidad de las cosas. Pero esperemos.
Zorzigarrentzale