La democracia no puede ser real

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25 de junio. El 15 de mayo han salido a la calle, en diversas localidades españolas, miles de jóvenes, reclamando “Democracia real ya”. En Madrid han llegado a acampar en la puerta del Sol.

Tienen sus motivos para protestar y exigir un cambio. Pero están muy equivocados en lo que piden: “Democracia real”.

En efecto: la democracia no puede ser “real”. Sus fundamentos doctrinales están en las utopías de la Ilustración. Nacieron en las mentes de pensadores que prescindían de la realidad.

Estos jóvenes piensan que puede haber otra democracia exenta de las corrupciones e injusticias que ofrece la presente. Aparentemente las democracias de más allá de los Pirineos funcionan mejor. Y decimos “aparentemente” porque tendríamos que vivir en esos países para pronunciarnos con certeza. Cuando se iniciaba la, tan sin fundamento, alabada transición, un amigo comentaba: “si la democracia que nos traen fuera como la que funciona en Europa, no me importaría apuntarme; pero será un desastre”. Acertó plenamente, como lo prueban estas manifestaciones. Y acertó porque en España la democracia siempre ha sido un desastre. Ya vemos la anarquía que llegó a ser al final de la República. La actual ha alcanzado niveles más altos de iniquidad, si prescindimos de la anarquía. En efecto: es más duro que una checa ejecute sin juicio a unas decenas de ciudadanos. Pero más canallesco que todo un Tribunal Constitucional legalice a la ETA.

La democracia era muy bonita cuando los periódicos estaban sometidos a una ley de prensa. Te lo contaban y te quedabas alucinado ante el paraíso que te ponían delante. Gobernaría quien quisiera el pueblo. Todos se respetarían unos a otros cualesquiera que fueran sus opiniones. Podrías exponer tus ideas libremente, sin limitación… Muchos se dejaron engañar. No así los pocos que nos habíamos preocupado de conocer los fundamentos de dicho sistema.

Todo en la democracia es mentira. Todo es fruto de los sueños de unos intelectuales que, repetimos, prescindían de la realidad. Por eso no puede haber “democracia real”. Porque desde su nacimiento se ha fundado en sueños. La única democracia posible es la que tenemos. Y el que quiera otra cosa tiene que buscar fuera de la democracia.

Cuando nos la presentaban como un ideal paradisíaco nos ocultaban la realidad. Nunca hablaron de la partitocracia. Ni de los pucherazos electorales. Ni del poder absoluto que alcanzan los partidos cuando logran en las urnas una mayoría absoluta o la consiguen maquinando con partidos minoritarios para alcanzar la mitad más uno. Nunca hablaron de las promesas incumplidas. Nos decían que elegiríamos libremente a nuestros representantes. Pero se callaban que no serían tales representantes porque una vez que has depositado el voto, el elegido hace con él lo que quiere.

Nada decían  de la codicia de los partidos cuando llegan al poder. De cómo disfrutan del triunfo conseguido en las urnas. Porque las elecciones van precedidas de una “campaña”. Y las victorias conseguidas tras las campañas son para gozarlas. De ahí los enchufes, la acumulación de cargos, los sueldos desproporcionados, etc. etc.

Nos han prometido un paraíso. Y los jóvenes se lo han creído. Ahora lo exigen. Pero el paraíso no existe. Mejor harían los jóvenes, en vez de pedir que les resuelvan los problemas, exigir libertad para resolverlos ellos mismos. Porque es esa libertad la que nos niega este gobierno que, empeñado en darnos lo que a él le parece la felicidad, constriñe nuestra vida hasta extremos insospechados pocos años hace

Jóvenes españoles: esa es la democracia. No hay otra. No os canséis en pedirla.

Carlos Ibáñez Quintana