19, 20 y 21 de septiembre: Foro Alfonso Carlos I, crónica y algunas fotos
Con gran éxito se ha celebrado la XVI edición del Foro Alfonso Carlos I titulado “Política municipal y
municipalismo”, en esta ocasión en la localidad navarra de Javier, el fin de semana del 19 al 21 de
septiembre de 2014.
La convocatoria ha contado con los siguientes ponentes:
Santiago Arellano, José Fermín Garralda , Evaristo Palomar y Pedro Juan Urroz trataron el tema de el
municipio en la España tradicional.
Miguel Ángel Belmonte, Javier Barraycoa, Juan José Ibáñez y Miguel Ángel Bernáldez desarrollaron
la temática de el municipio y la familia.
El municipio y la economía fue la cuestión abordada por Rubén Manso Olivar, Carlos Ibáñez Quintana
y Adolfo Alústiza.
Por último, se entabló un interesante debate en la mesa redonda sobre experiencias en política
municpal entre María José Guindano (actual alcaldesa de Javier), José Manuel Martínez
(ex-concejal de una población de Burgos) y Silvestre Zubítur (concejal de Leiza).
La participación del público asistente al final de las ponencias fue en todo momento notable.
El domingo, además de la asistencia a la Misa de la Basílica de Javier, se dedicó a concretar las
conclusiones para la acción futura de la CTC, contando en la mesa con las intervenciones de
José Fermín Garralda (presidente de la CTC de Navarra), Juan José Ibáñez (delegado de
formación de la CTC), Javier Garisoain (secretario general de la CTC) y doña María Cuervo-Arango
(presidenta de la CTC).
El Foro incluyó visitas culturales y tiempos de esparcimiento y ocio que, en el inigualable entorno de la
localidad de Javier y del Hotel Xabier donde se nos recibió con extraordinario cariño y buenos
alimentos, hizo que el conjunto de la estancia resultara muy agradable.
A continuación podéis leer un extracto de la itervención principal de Santiago Arellano.
EL MUNICIPIO EN ESPAÑA
ANTES Y DESPUÉS DE LAS CONSTITUCIONES DEL MODELO POLÍTICO LIBERAL
Por Santiago Arellano Hernández
La peor actitud que el ser humano puede adoptar ante cualquier realidad penosa, adversa o desesperante es la de considerar que no hay nada que hacer, que las cosas son como son y que ya vendrán tiempos mejores. Debajo de los escombros siempre se encuentran personas con vida. Por otra parte no tengo la menor duda de que la Providencia de Dios nos lleva hacia pastos tranquilos en que los pueblos serán bendecidos porque su Dios será el Señor. El Señor es el Alfa y Omega de la historia y, aunque lo rechacemos, Él es el único que es, por derecho propio, el Príncipe de la Paz. La palabra “Dios” de nuestro cuatrilema nos recuerda que es Él el fundamento de todo y el aval de nuestras esperanzas. En vano trabajan los albañiles, si no.
Un ejemplo lo tenemos en la realidad presente en nuestra política municipal. No es verdad que la vida de los municipios fue siempre así. Hay un antes y un después y la frontera que modificó la organización de nuestros pueblos en España comienza con la revolución jurídico-administrativa y filosófico-religiosa que impusieron las Cortes de Cádiz y su correspondiente Constitución. Después, es un proceso de consecuencias, porque los vientos de exterminio de la caja de Pandora han campado a sus anchas, aunque se nos diga lo contrario y pretendan hacernos comulgar con ruedas de molino.
El Foro Alfonso Carlos se ha reunido en Javier (Navarra) los días 19,20 y 21 de septiembre y ha dedicado sus reflexiones a analizar la situación política municipal. En cuatro mesas redondas y una más de conclusiones veinte ponentes, más las aportaciones en el coloquio de los asistentes, han ido desgranando ideas teórico-prácticas encaminadas a ofrecer posibles propuestas de mejora y, corrección de errores, al mismo tiempo que se animó a participar en las próximas elecciones a quienes se vean con vocación para servir, como vecinos conscientes, a la vida municipal.
Una denuncia clave fue contra las leyes de desamortización de los bienes patrimoniales de los municipios en el XIX que eran la base de una autonomía de gestión y de libertad ciudadana real. Cada pueblo poseía su patrimonio y controlaba su hacienda. Poseía bienes propios, bienes comunales y fuentes de ingresos bien por impuestos municipales e incluso por multas por incumplimiento de obligaciones vecinales. Obligaba a los vecinos, en sus concejos, a controlar el gasto y a no endeudarse en cantidades superiores a su capacidad de devolución o de lo contrario iban a dejar maniatadas a generaciones futuras. Se administraba el municipio con los mismos criterios que una familia prudente: atender lo necesario, procurar mejoras en el límite de las posibilidades y mejor guardar para mañana por si acaso que gastar lo sobrante. Economía municipal, economía doméstica.
El modelo cambia cuando el Estado-nodriza se convierte en el soberano providente que suministra a todos lo que les demanda la necesidad. Los ciudadanos se convierten en bocas hambrientas de polluelos que esperan ansiosos el bocado que la madre les suministra. ¿Y el costo? Papá pagará. Se confunde la necesidad real con lo que la vanidad, capricho o envidia pone en las apetencias ciudadanas. Centros de cultura, polideportivos, eso sí faraónicos, aunque sean para uso de pocos o de nadie, o de los fantasmas que en vez de reunirse en los cementerios como en el Don Juan Tenorio, lo hacen en las solitarias dependencias de las casas de cultura. ¿Quién pone mesura en los ayuntamientos? ¿Quién se atreve a decir no, si saben que ir contracorriente puede poner en peligro la renovación en las próximas elecciones?
La organización política y cultural de los municipios no siempre fue igual. Roma tuvo un modelo que lo extendió a las ciudades que incorporaba por pacto o conquista. Antes y después del Imperio se organizaban como Romas en pequeño. En el siglo III, en la gran crisis económica y social, los servicios administrativos de los municipios romanos se convirtieron en órganos de recaudación de impuestos; los poderosos se establecieron, con enorme lujo, en villas, cercadas por inmensos latifundios que dieron pie a la organización feudal y a las relaciones de pueblos y señores de vasallaje y servidumbre en toda la Alta Edad Media. El municipio romano no tuvo continuidad.
En toda Europa, y por consiguiente en España, surge el municipio como enclave de autonomía y libertad en los siglos XI, XII y XIII. El municipio, como entidad capaz de administrar comunitaria y colegiadamente la vida de los vecinos que habitan dentro de los muros de la misma ciudad, es fruto maduro de la plenitud de la que llamamos cristiandad, es decir la Europa Cristiana. Modelo municipal que luego llegará al nuevo mundo en las naves españolas.
El municipio nace a la par que el románico, la fuerza comercial de mercaderes y artesanos, una burguesía naciente, en el marco espiritual del Evangelio, que establece el fuero, como garantía de la persona (real o jurídica) y villas francas en el camino de Santiago o en las repoblaciones de las tierras recién conquistadas en las fronteras con el moro; que aspira a una visión unitaria de la existencia con la Suma por ejemplo de Santo Tomás; que canta la civilización cristiana en La Divina Comedia de Dante, levanta Lonjas y puertos, pero sobre todo, como un símbolo de esa visión unitaria y transcendente de la vida, construye la catedral, inventa el gótico, asombroso dominio técnico de la piedra y espiritualización de la materia. El municipio en su esplendor medieval ha llegado a considerarse (García Valdeavellano- Hinojosa) como el modelo del que ha de nacer el Estado futuro.
Habitar en un mismo lugar crea lazos, pero no es suficiente. Como hoy no son modelo las ciudades dormitorio que circundan las grandes ciudades. Era necesario convertirlo en un órgano jurídico y al mismo tiempo humano que atienda a todos los fines de la vida ya económicos, ya espirituales, etc. Vinculados a una parroquia su santo patrón protegía la vida del lugar y señalaba fiestas patronales, celebraciones litúrgicas, ferias, festejos y procesiones. El consejo era la asamblea (concilium) de las reuniones vecinales (de ahí municipio o concejo) que tenían lugar a la salida de la misa del domingo en los atrios porticados anexos a las iglesias principalmente en fechas señaladas como el primer domingo de cuaresma. y que intervienen en la organización de la vida de la localidad. El municipio se convirtió en una pieza esencial del mecanismo del Estado. Un ejemplo paradigmático se nos expuso al describirnos la vida municipal en la Pamplona del siglo XVIII.
Todavía perduran muchas herencias de este municipio medieval en las costumbres y tradiciones de nuestros pueblos, aún en medio de la bancarrota de la sociedad cristiana. Qué importante es asegurar su continuidad y supervivencia como anclajes hacia el futuro.
Aunque parecen indestructibles, los “embudos” ideológicos por donde se quiere meter la vida de los pueblos y de los seres humanos, termina estallando por ser formas artificiales contrarias a la misma naturaleza. Por ejemplo, la no regulación adecuada de los grupos humanos religiosos distintos a la herencia cultural de España, hará inviable la vida de los mismos pueblos. La confusión legal, tratando igual a lo diferente y diverso, será fuente de conflictos y violencias. El problema no es dar cobijo digno y humanitario al extranjero, sino meterlo hasta lo más íntimo de tu comunidad, sin señalarles los límites y sin exigirles el respeto a nuestra cultura. La ciudad cristiana medieval lo sabía y por eso regulaba la organización de judíos, moros y cristianos, con un criterio universal: cada uno en su casa y Dios en la de todos.
De todo esto se habló y aún nos resuenan sus conclusiones: 1º Crear un nuevo patrimonio municipal. 2º Recuperar el espíritu de unidad espiritual de cada pueblo, teniendo en cuenta que sólo el bien engendra Tradición. 3º Bien común, no interés general y en consecuencia: cuanto menos partidos, más unidos. 4º Servicio desinteresado, no beneficio propio. 5º Paz y bien para todos, en el fundamento del amparo de Dios. 6º Cuanto menos proteccionismo más libertad. 7º No porque me den la mitad, puedo adeudarme en el todo restante que supera mi capacidad. 8º Austeridad. 9º Responsabilidad como virtud. 10º Subsidiaridad y cumplimiento de la palabra dada (mandato imperativo).
Han sido días fecundos, y lleno de delicadeza y atenciones de todo lo que fue la intendencia humana y los servicios. Javier un hito para volver.