23/4/15 Conferencias en Valencia
Los días 18 y 23 de abril tuvieron lugar en el Círculo Aparisi y Guijarro de Valencia
sendas conferencias en el marco de los actos conmemorativos del segundo
centenario del nacimiento de D. Antonio Aparisi.
18 de abril: LA MISIÓN DE LOS CATÓLICOS EN POLÍTICA
Una interesantísima conferencia dictada por el profesor don Arturo Martínez ha tenido lugar en el círculo Aparisi y Guijarro (cuyos locales se han quedado cortos ante la afluencia de público), con el título de “la misión de los católicos en política”, tema candente donde los haya en los tiempos actuales.
El presidente del círculo, don José Monzonís, ha introducido al ponente y, amén de recordar sus méritos académicos, ha incidido en lo providencial de esta charla en unos momentos en los que la política para un católico supone la defensa de unos valores trascendentes y básicos que van más allá de lo cotidiano.
Tras una oración inicial solicitando el favor del Espíritu Santo, Arturo Martínez ha dividido su exposición en tres partes. En la primera ha recordado que no puede haber política católica sin católicos, llamándonos a evangelizar la sociedad cada uno en la medida de sus posibilidades, para lograr una auténtica conversión de los corazones de los españoles, sin lo cual no es posible lo segundo, puesto que Dios ha sido eliminado del debate público, hurtándole el homenaje debido, que es tan social como personal.
En la segunda parte ha llamado a los católicos a la coherencia, para no apoyar con su voto opciones políticas anticristianas, como se ha estado haciendo hasta ahora mayoritariamente, recordando varias encícilicas y constitucionaes pastorales del Concilio Vaticano II en la que se nos anima a tomar parte activa en nuestra comunidad y sociedad. Formando asociaciones cristianas y un auténtico frente de fuerzas católicas que estén dispuestas a apartar diferencias para luchar en la arena política por los principios evangélicos.
En la parte final, ha hecho un repaso completo, apoyado en textos de varios papas y en textos de Juan Vázquez de Mella y Antonio Aparisi y Guijarro, rechazando los principios del liberalismo que apartan al hombre de su principio y fin primordial, su Creador, hundiéndolo en el barro. Toda su exposición ha estado abundantemente documentada con las Escrituras y el magisterio de la Iglesia, como las encíclícas como la Quas Primas o la Immortale Dei.
Tras un cerrado aplauso al ponente, ha tenido lugar un sabrosísimo e interesante coloquio con varios temas derivados de las líneas argumentales abiertas por don Arturo.
23 de abril: LOS OTROS HOLOCAUSTOS SILENCIADOS. EL GENOCIDIO ARMENIO
El profesor don Rafael Roig ha dictado en la tarde del jueves 23 de abril la conferencia titulada “los cristianos perseguidos: el genocidio armenio”, en los locales del círculo Aparisi y Guijarro, en la ciudad de Valencia. El presidente del círculo, don José Monzonís, ha presentado el extenso currículum como docente universitario del ponente, y su firme compromiso con los valores cristianos. Ha relatado también cómo la Providencia ha actuado en este caso: cuando acordaron la fecha y el tema de la conferencia, ni sabían que justamente este día se cumple el centenario del comienzo de la matanza de cristianos armenios, ni se imaginaban que el papa Francisco iba a reivindicar públicamente a esos mártires, provocando la ira del gobierno turco.
Don Rafael, tras agradecer la invitación y la presencia del numeroso público que ha abarrotado el limitado espacio de la sala de conferencias del círculo, ha comenzado resaltando la importancia del tema a tratar, el gran genocidio armenio, casi ignorado en Occidente.
En la introducción histórica nos ha situado en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, cuando el vasto imperio otomano, multiconfesional y culturalmente heterogéneo, estaba en crisis y franca decadencia, habiendo perdido todo el norte de África a lo largo del siglo XIX. Varias guerras de independencia de pueblos eslavos le habían hecho perder diversos territorios en los Balcanes, de los cuales, en 1912 serbios, griegos y búlgaros le habían dejado tan sólo con la Tracia oriental en torno a Estambul.
Estas derrotas provocaron una profunda reflexión en un grupo de intelectuales y militares turcos, nucleados en torno al pensador Ziya Gökalp, y llamados por la posteridad “jóvenes turcos”. Gökalp reflexionó en torno al fracaso del imperio otomano, y adoptó los principios de un nacionalismo de corte germánico- llamado panturquismo-, llegando a la conclusión de que únicamente podría tener viabilidad un estado turco homogéneo en raza y religión. En el corazón del imperio únicamente un pueblo distinto al turco tenía peso en población y riqueza, la comunidad armena, que era mayoritaria en vastas áreas del sureste y oriente de la península de Anatolia. Tras el fracaso de 1912 frente a los estados balcánicos, los jóvenes turcos tomarían el poder en el gabinete del sultán.
Al advenimiento de la Primera Guerra Mundial, el imperio se alineó con las potencias centrales, buscando recuperar su antigua influencia. El ejército otomano, al mando del ministro de la guerra Enver Bey, sufrió una aparatosa derrota en el frente del Cáucaso a manos del ejército ruso. Su comandante excusó su torpeza en la supuesta traición de los contingentes armenios, prendiendo la mecha para la tragedia. De consuno con el ministro del interior nacionalista, Talat Pachá, principal organizador e instigador del genocidio, se estableció el llamado “Comité de Unión y Progreso” (CUP), encargado en realidad de precipitar el estado unitario turco a base de eliminar las minorías étnicas y religiosas, principamente los armenios, aunque también los griegos, los pónticos o los asirios.
Enver Bey declara a los no musulmanes enemigos del estado. El CUP crea una sección clandestina, llamada “Organización especial”, al mando de Nazim Bey (el más firme partidario de eliminar a los armenios) y Bametin Sakir, que sería a la postre el coordinador ejecutivo de las masacres. El objetivo, recogido en el llamado “decálogo del CUP” era provocar el asesinato o explusión de todos los no musulmanes de Anatolia, e incluía clausurar todas las ogranizaciones armenias, ejecutar a los sacerdotes e intelectuales armenios, detener a todos los funcionarios armenios, desterrandolos o asesinándolos, excitar a la población musulmana para que atacara a los armenios con la complicidad de las fuerzas del orden, forzando su muerte o expulsión, ejecutar a los armenios que aún estaban en el ejército y sobre todo, realizar estas acciones subrepticia y simultáneamente para evitar de ese modo medidas defensivas de la población amenazada.
La OE actuó del mismo modo que años más tarde lo harían las SS nacionalsocialistas, pero con mayor desorden y brutalidad. Se calcula que entre un millón y un millón y medio de armenios fueron asesinados del modo más salvaje a lo largo de varios meses, aprovechando que los horrores de los frentes de guerra amortiguarían las denuncias que se pudieran hacer: ejecutados en cunetas, apaleados, torturados, crucificados, quemados vivos o decapitados. Cientos de miles de ellos fueron expulsados de sus casas con lo puesto obligados a emigrar fuera del país, siendo con frecuencia aslatados por el camino por bandidos turcos o kurdos. Decenas de miles de mujeres fueron violadas, y miles de niños separados de sus padres (por lo común asesinados posteriormente) y vendidos como esclavos a familias musulmanas para que les educaran en el islamismo. Se cree que casi la mitad de los muertos cayeron durante las penosas condiciones del destierro, muertos de sed, hambre o enfermedades. Los miles que lograron escapar se refugiaron en el imperio ruso y el Irán.
Existieron algunos focos de resistencia armada armenia en el corazón de Anatolia, pero a finales de 1916 prácticamente toda la Anatolia había sido controlada por el gobierno, y la limpieza étnica (aunque todavía duraría hasta 1923) estaba ya básicamente concluida. Cientos de pueblos y ciudades quedaron vacíos, iglesias y monasterios (incluyendo la catedral de Van, la capital histórica de Armenia), reducidas a escombros.
Con abundante documentación gráfica, el ponente ha hecho un recorrido a través del horror de la masacre y las heridas inflingidas al pueblo armenio, que fue, providencialmente, el primero en adoptar oficialmente la fe cristiana a principios del siglo IV, y que inició el camino de martirio de los cristianos que actualmente siguen otros de sus hermanos en Oriente Medio.
Su magistral intervención se ha cerrado con un fuerte aplauso y ha dado lugar, como es habitual, a un sabroso coloquio a continuación.