Incoherencias e hipocresía en la ideología de género y el discurso abortista
Por Javier Garisoain
En los últimos días se están difundiendo imágenes y vídeos que muestran el debate intenso que está teniendo lugar ahora en Argentina en torno a los intentos de los políticos abortistas de extender la cultura de muerte en aquel querido país. Todo nuestro apoyo a los luchadores pro-vida de la Argentina y de toda la Hispanidad.
En España y en otros países, la noticia del terrible infanticidio ocurrido en Almería ha destapado, para sonrojo de las feministas y los defensores de la ideología de género, unas cifras que demuestran que ni la violencia doméstica ni el asesinato de niños es cosa de hombres “heteropatriarcales”. Una información publicada en El Mundo ha demostrado que la violencia contra los niños no tiene nada que ver con la visión neomarxista que busca criminalizar al varón. Resulta que más de la mitad de las víctimas mortales infantiles (28 de un total de 52 en los últimos cinco años) murieron a manos de madres o madrastras. Esta noticia, dura e impactante, no deja de ser la punta del iceberg de lo que realmente es el genocidio del aborto. Un crimen masivo que asesina en el vientre de sus madres a cien mil niños cada año en España.
Por cierto, no se pierdan este artículo de Religión en Libertad que explica cómo se falsea la realidad y se ocultan las estadísticas para que la realidad no contradiga a la ideología de moda. Resulta que más del 20% de las víctimas mortales de la violencia de género son hombres. O sea, uno de cada cinco. Sorprentente ¿no?
Se suman a estos hechos las campañas realizadas por coordinadoras de discapacitados, o deportistas paralímpicos o de familiares de niños con síndrome de Down. En todas ellas se pone muy acertadamente en valor la dignidad y la plenitud de la vida de todos aquellos que, a pesar de todas las dificultades, son capaces de salir adelante en la vida y de dejar en su entorno ejemplos de superación y amor. Falta sin embargo a estas campañas una conclusión política lógica. Porque se da la paradoja de que se aplauden por un lado desde altas instancias del sistema estos ejemplos con una sensiblería muy del gusto políticamente correcto y por otro, de forma siniestra, se mantienen y consolidan leyes que permiten matar antes de nacer a los niños que serían los héroes paralímpicos del futuro. El caso de los Down es el más terrible: prácticamente el 100% son abortados.
Por último, permítanme señalar una incoherencia más: expertos de la ONU han lanzado una voz de alarma porque en la India son abortadas muchas más niñas que niños. ¿En qué quedamos? ¿No nos habían dicho que el único criterio válido para decidir sobre la vida o la muerte de un feto era ese concepto tan democráticamente correcto de “niño deseado”? En Europa no desean a los Down y en la India no desean a las mujeres. ¿Cuál es el problema, señores progres? Tanta incoherencia no se sostiene, lógicamente, porque la cultura de la muerte es, por definición, mentirosa, egoísta e hipócrita.