El Tercio de Montserrat: los catalanes que no deben existir (Artículo de Pedro F. Barbadillo)

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Artículo publicado originalmente en Libertad Digital que reproducimos íntegro por su indudable interés para el carlismo.

La versión de la Historia de España que están imponiendo las izquierdas, encabezadas por el PSOE, presenta la guerra civil de 1936-1939 como la consecuencia de la avaricia de un puñado de terratenientes, duques y obispos, que azuzó y compró a varios generales y falangistas; todos ellos, con la ayuda de Adolf Hitler y Benito Mussolini, derrotaron al pueblo español progresista y establecieron una tiranía encabezada por Francisco Franco, que era tonto de remate, pero tenía suerte.

En las regiones arrasadas por los nacionalismos, a esa versión se añade otra: consistió en una guerra de invasión de Cataluña y de Vascongadas por parte de “los españoles”.

La nueva ideología de la izquierda

Como explica el profesor Stanley Payne, en su aportación para el libro Memoria histórica, amenaza para la paz en Europa,

“La nueva ideología de la izquierda enfatiza la revolución cultural, no la vieja revolución socioeconómica. La historia es un objetivo importante considerada como poco más que un registro de víctimas y verdugos, y su principal función sería ahora la de dar la oportunidad de desenmascarar a los opresores separando las generaciones anteriores en víctimas (para ser reivindicadas) y verdugos (para ser estigmatizados). En este proceso se consigue llevar a cabo además la vital tarea de abordar la cuestión existencial de la culpa humana, proyectando dicha culpa sobre chivos expiatorios ya seleccionados, casi todos los cuales son hombres blancos fallecidos que sin embargo, de alguna manera, pueden ser vistos aún como oponentes políticos.”

En consecuencia, las izquierdas y los nacionalistas quieren borrar todo rastro de la existencia de esos opresores, carcas, fascistas, machistas, cristianos, capitalistas, islamófobos, blancos… Explicar quiénes eran y sus razones, así como mencionarlos sin añadir las condenas de rigor, queda prohibido por las leyes de ‘memoria histórica’ y ‘memoria democrática’. Su paso por esta vida tiene que ser borrado. Y no importa que el pueblo se pronuncie en contra de demoler monumentos, como ocurrió en Tortosa, donde los vecinos se pronunciaron a favor de mantener el monumento construido en 1966 a la batalla del Ebro, ya despojado de simbología franquista: la purificación no puede detenerse.

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Monasterio de Monserrat a mediados del siglo XIX

Y el fuego alcanza a lo que hasta épocas recientes, supuestamente más civilizadas, se consideraba sagrado o, al menos, respetable: los muertos. Un grupo de separatistas catalanes se ha jactado de haber irrumpido en la cripta del monasterio de Monserrat dedicada al Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Monserrat y haber robado símbolos, insignias y banderas que luego quemaron. En esa cripta se homenajea a los 319 catalanes que formaron parte de esa unidad militar y murieron en la guerra.

Su recuerdo tiene que ser eliminado, porque confirman que la ideología catalanista es falsa. Muchos de los actuales dirigentes del catalanismo descienden de abuelos que en julio de 1936 se alzaron contra el Frente Popular y la Generalidad de Companys o bien sufrieron persecución por su fe y sus ideas.

Renacer de los carlistas

En el año 1931 España asistió a dos resurrecciones: la de la república como forma de gobierno y la del carlismo. El pretendiente Alfonso Carlos de Borbón nombró al abogado andaluz Manuel Fal Conde secretario general de la Comunión Tradicionalista Carlista y éste fue tan eficaz que el general Emilio Mola trató de contar con sus requetés en su golpe de Estado. La testarudez de Fal Conde le llevó a rechazar la participación en el movimiento militar, de cariz republicano. Sólo el asesinato de José Calvo Sotelo por policías y pistoleros socialistas disolvió las exigencias.

En julio, riadas de jóvenes, sobre todo navarros, nutrieron las filas del requeté. Fueron tantos en Pamplona que se agotaron (aparte de los fusiles) las boinas rojas y los muchachos fueron al frente con las boinas blancas de las mujeres, las ‘margaritas’. 60.000 soldados requetés dio el carlismo a la España nacional, distribuidos en 42 tercios (batallones). La décima parte de ellos, 6.000, murió. “La mejor milicia popular de la historia.”

El tópico asegura que el carlismo se limitó a Vascongadas, Navarra y Cataluña; sin embargo, el origen de los 42 tercios de la guerra de 1936-1939 prueba que se trató de un movimiento español: diez de ellos fueron navarros, ocho vascos, ocho castellanos, siete andaluces, seis aragoneses, dos asturianos y uno catalán.

Los requetés catalanes

Esa única unidad catalana se llamó Tercio de Nuestra Señora de Montserrat. Se constituyó en septiembre de 1936 en Zaragoza. En diciembre, con los efectivos de una compañía, se le destinó a Belchite y luego a Codo. La unidad, con 182 hombres, entró en combate por primera vez en agosto de 1937, para defender Zaragoza de la ofensiva montada por el general Sebastián Pozas.

Los requetés catalanes resistieron en Codo el ataque de varios miles de enemigos, con artillería y aviación. Los supervivientes se retiraron después de tener 136 muertos. Por esta defensa, en 1943 se concedió al Tercio de Montserrat la Laureada colectiva.

La heroicidad, como el martirio, atrae a las almas. En Zaragoza, el Tercio se recompuso con nuevos reclutas. Su nuevo destino fue Huertahernando, en Guadalajara. Los requetés entretenían sus ocios con el rezo del rosario, partidos de fútbol, adiestramiento… Todo en catalán. Los siguientes destinos fueron Riaza y San Esteban de los Patos, en Castilla la Vieja.

En el verano de 1938, la unidad participó en la ofensiva de La Serena, en Extremadura, en la que fue peor el calor que el combate. Ante el cruce del Ebro por el Ejército Popular, según el plan elaborado por Vicente Rojo, el Tercio, con 850 soldados, ya con secciones de morteros y ametralladoras, fue trasladado al campo de batalla, a Villalba de los Arcos, donde se enfrentó al enemigo. El combate, de nuevo en inferioridad numérica, duró casi tres días. Cuando se les relevó el 9 de agosto, tenían 223 bajas.

Siguió su participación en la contraofensiva. Una vez retirados del sector el 31 de agosto, sólo quedaban en servicio 109 requetés y tres alféreces. Pero el mando les mantuvo en el Ebro hasta noviembre. La moral era excelente, según el diario de operaciones de la unidad.

Después de unas semanas de descanso, el menguado Tercio peleó en la ofensiva de Peñarroya, desencadenada por Rojo en enero de 1939 para tratar de detener el avance nacional en Cataluña. En esta operación, el Tercio sufrió tres muertos.

El 5 de febrero fue trasladado a Millanes y Casatejada (Cáceres). Muchos de los requetés recibieron permisos que emplearon para visitar a sus familiares en la Cataluña recién liberada.

El último servicio del Tercio de Montserrat fue su participación en la ofensiva final de la guerra, después de la huida de Juan Negrín y los comunistas y del desmoronamiento de la resistencia republicana. Cubrió un sector del Tajo en Toledo.

Subida a Montserrat

La unidad formó parte del Desfile de la Victoria celebrado en Madrid el 19 de mayo. Y después de un período de descanso en Cebreros, por fin partió hacia Cataluña. La acogida en los pueblos catalanes fue entusiástica. El domingo 30 de julio entró en una Barcelona delirante de alegría, donde unos días antes el Gobierno de Madrid había prohibido las fiestas y los bailes.

El 8 de octubre, los requetés realizaron su último acto como miembros del Tercio: depositar su bandera laureada a los pies de la estatua de la Virgen de Montserrat, abadía que había sufrido saqueos y destrozos, así como el asesinato de varios monjes. Ese mismo día, se empezó a construir el monumento a los 319 catalanes caídos en la guerra.

¿Cómo es posible que los descendientes de los mismos que vitorearon a los requetés profanen sus tumbas, que se presentan como catalanes de ‘soca rel’ vejen a otros catalanes? La culpa es del veneno nacionalista, sobre todo del ‘moderado’. Como ha escrito el profesor carlista Javier Barraycoa, “el pujolismo ha sido el cauce para que una sociedad conservadora y burguesa se transformase en una comunidad revolucionaria e independentista”.

Ni los paganos griegos y romanos actuaron con semejante falta de piedad con sus enemigos y los pueblos conquistados; sólo los bárbaros más crueles. El nacionalismo, como ya sabemos los vascos, ha devuelto a muchos catalanes a la condición cavernícola. Sólo les falta el canibalismo.