Decálogo de la libertad. Cuando arrecia la ceremonia de la confusión

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17.12.2005. Declaración de la Junta de Gobierno de la CTC

El mayor peligro para la libertad, – en la España de hoy – no proviene de las asechanzas exteriores al catolicismo, sino de la deformación del significado de la propia libertad, y de sus exigencias, en los medios católicos. El error sobre la libertad se ha introducido bajo presión de un hedonismo que deforma las conciencias y desarma la sociedad preparando la mayor de las tiranías. Hemos llegado a un punto donde la expresión de la verdad sin distorsiones – como en el presente documento – se hace problemática. Una esclavitud sin antecedentes nos aguarda si no recuperamos los principios doctrinales y morales.  

El peligro se agudiza al difundirse equívocos sobre la libertad desde altavoces que la calle relaciona – con mayor o menor razón – con la Iglesia. Olvidos doctrinales, alteraciones disimuladas de la jerarquía de valores, y distorsiones de la realidad, comprometen el compromiso de los católicos en la vida pública. Estos equívocos desvían las esperanzas cristianas hacia un espejismo: Pagar peaje a la gran mentira corruptora de la historia moderna: Al liberalismo. Renunciando así – con disimulo pero sin remedio – a rectificar verdaderamente su cultura de muerte. Una contradicción que acaba siempre con la inhibición frustrada de los mejores. Y con un abandono más o menos disimulado de la política…

La Comunión Tradicionalista Carlista, – desde la humildad, pero con certeza doctrinal y experiencia histórica – quiere prestar un nuevo servicio, proporcionando algunas pautas sencillas para rechazar este espejismo. Cada uno de los artículos del siguiente “decálogo” sale al paso de sofismas difundidos reiteradamente. Apelamos con ello, de manera apremiante, a la responsabilidad de los hombres y mujeres de buena voluntad, para que no se dejen confundir en esta hora decisiva. 

                         DECALOGO  DE LA LIBERTAD

 1º. El deterioro espiritual impide el ejercicio de la libertad.

 Comentario: La libertad natural o libre albedrío – es decir, la capacidad de orientar la voluntad optando entre distintos actos, se apoya en la racionalidad del hombre, la cual es, a su vez, atributo de su alma espiritual. Se ejerce positivamente eligiendo lo bueno y lo verdadero. La elección de la mentira, el desorden y el pecado, no actúa la libertad sino que la corrompe: Dios es el ser más libre y no peca. El pecado es siempre una esclavitud [1] (Sto. Tomás, In Ioannem 8, lectura 4). Una cultura que fomenta el pecado, por mucho que hable de libertad, es una cultura que esclaviza al hombre. Una sociedad que estructura o institucionaliza el pecado es una sociedad esclavizada o en vías de estarlo. La noción misma de pecado está en trance de perderse por amplios sectores de la sociedad española.

 2º. La libertad social no consiste en hacer el capricho personal (individual) sino en vivir socialmente según la ley natural (reflejo de la eterna) [2].

 Comentario: Hemos rebasado con mucho el punto crítico donde la garantía “legal” del capricho egoísta, insolidario, e incluso criminal – como en el aborto y la eutanasia – prevalece sobre la protección debida a los más débiles. La perversión del concepto de libertad está convirtiendo a España en una jungla salvaje…Es ilusorio pretender seguridad acumulando medidas penales y policíacas porque la sociedad se está desintegrando ante nosotros, y  solo los ciegos siguen sin verlo… Hemos llegado a esto tras un itinerario de ilusiones y componendas que conduce directamente a la tragedia.  

 3º. Cuando la tolerancia del mal causa males mayores que los bienes que reporta, esta tolerancia es ilícita [3].

 Comentario: Se ha prostituido también la doctrina del Vaticano II [4] (que adaptaba la doctrina de San Agustín[5] y de Sto. Tomás[6] a nuestro tiempo) sobre la tolerancia del mal. El poder público y la ley ya no “toleran” el mal “en determinadas circunstancias y en aras del bien común”, sino que lo tutelan en condiciones lesivas para el bien, cuando no lo fomentan deliberadamente. Por parte de los católicos, la reducción del testimonio de la verdad al ámbito subjetivo, practicada a todos los niveles,  falsifica la caridad: El respeto al que yerra se confunde deliberadamente con la admisión del error. Esta falsificación de la caridad se opera bajo presión del liberalismo y no se corregirá sin clarificar los principios.

 4º. La libertad es imposible contra el orden natural.

 Comentario: Recordemos antiguos avisos de la Iglesia: Es absolutamente contrario a la naturaleza que pueda lícitamente el estado despreocuparse de las leyes divinas o establecer una legislación positiva que las contradiga[7]. Hoy verificamos que el relativismo de la cultura política amenaza directamente nuestra libertad. Los niños no son libres para nacer; los ancianos y los enfermos terminales huyen – de Holanda –  para no ser asesinados en las clínicas; los padres somos despojados de la patria potestad y el Estado intenta corromper de las conciencias de nuestros hijos…Cualquier perversión goza de respaldo legal, mientras libertades esenciales para la vida desaparecen. Esta situación clama contra los experimentos contrarios a la tradición cristiana.    

 5º. La libertad de los cristianos en el estado agnóstico o neutro sería posible únicamente si este reconociese la supremacía de la ley natural.

 Comentario: El planteamiento de R. Spaemann[8] ha puesto de relieve la contradicción de fondo sin resolverla. En efecto,  no se trata de que los cristianos “no puedan contentarse con no hacer – ellos mismos – nada injusto”, sino que tienen – tenemos – además, la obligación moral de tratar de impedir – empleando todos los medios moralmente lícitos – la injusticia que practican los no cristianos. Máxime cuando esta injusticia afecta de forma criminal a terceros inocentes: La subordinación de la ley moral al criterio numérico supone, en pleno genocidio, una inversión gravísima de la jerarquía de valores. “La tolerancia legal del aborto o de la eutanasia no puede de ningún modo invocar el respeto de la conciencia de los demás” (J. Pablo II : Evangelium vitae, 71) Las leyes contra la naturaleza “están privadas totalmente de auténtica validez jurídica” (J. Pablo II, ibid., 72) Por tanto, es la misma pretensión de subordinar la naturaleza a la voluntad de las mayorías la que nos sitúa automáticamente en situación crítica ante la “ley” positiva. 

 6º. La confesión institucional de la verdad no impide la libertad religiosa sino que es lo único que puede garantizarla.

 Comentario: El Islam y su caricatura de “teocracia” están siendo utilizados por el liberalismo para desalentar la verdadera libertad de los pueblos. La libertad se obtiene con Jesucristo, cuyo reconocimiento público no solo es compatible sino necesario para el respeto de la dignidad humana. La renovación de los corazones en Jesucristo exige inmediatamente la transformación decidida de la cultura política. La autonomía temporal fundada en el consejo Evangélico “lo que es del Cesar”  (Mt. 22, 21) no deroga la ley eterna. Las democracias liberales actuales, al subordinar la ley natural, exceden la competencia “del Cesar” y se sitúan en el antiteísmo frontal [9]. Ninguna visión falseada o edulcorada de esta realidad impedirá que la lógica interna del liberalismo autorice la persecución “legal” de los cristianos si lo avala el sufragio mayorías corrompidas.   

 7º. La negación de la ley natural está implícita en la filosofía del liberalismo.

 Comentario: La negación práctica de la ley natural se produce en la cultura post-moderna, pero se encontraba implícita en la filosofía racionalista y en su vertiente política liberal desde los inicios de ambas. Ha sido Juan Pablo II – no Sardá y Salvany – quien ha definido el liberalismo como “la libertad sin verdad y sin responsabilidad” [10] y es insostenible atribuir a su encíclica Centessimus annus cuanquier tipo de respaldo, aun remoto, del individualismo anglosajón. Carece además de rigor contraponer el antiteismo actual (la “plaza pública desnuda” de R.J. Neuhaus) a un supuesto liberalismo originario “respetuoso” de la norma trascendente: Precisamente el liberalismo de los fundadores de Norteamérica se fundaba en la reducción protestante de lo trascendente al plano subjetivo. Ese empeño es más que problemático, por lo cual el catolicismo de los Estados Unidos se aboca a una delicada revisión de su marco cultural y político. Una revisión que solo podrá hacerse desde una percepción teológica de la historia. 

 8º. Las democracias liberales vigentes desembocan ante nuestros ojos en el totalitarismo y la tiranía.

 Comentario: El arbitraje de las mayorías se ha convertido en la dictadura opaca de quienes manipulan las pasiones mediante los medios de comunicación. Las peores aberraciones pueden ser hoy impuestas con refrendos mayoritarios. Esta cultura icónica[11] no puede contrarrestarse solamente con el uso cristiano de las nuevas tecnologías: El mal penetra los medios confesionales en la medida de su crecimiento mercantil. El primer remedio es la Gracia santificante. Pero los medios secundarios no pueden estar en contradicción con ella. La libertad necesita la preservación del criterio moral y de la experiencia histórica. Necesita que España se atreva a romper la inercia liberal y busque la justicia sin concesiones ni desviaciones. Lo contrario del liberalismo no es el colectivismo (¡muy complementarios en China!) sino la verdadera libertad que, también en la esfera temporal, solo proporciona Jesucristo.

 9º. La adaptación de los “católicos” al liberalismo no procura la libertad sino que contribuye a la esclavitud.

 Comentario: La adaptación acrítica a la cultura dominante revela desesperanza aunque afecte optimismo. Este abrazo iluso a la democracia liberal se produce cuando ésta descubre finalmente sus carencias. Sin testimonio crítico no hay eficacia transformadora. No se afronta la contradicción de los mitos paganos. Se rinde culto idolátrico en la esfera temporal, aunque se preserve temporalmente el santuario…Si no se corrige con urgencia conducirá a una apostasía en bloque. Porque la contradicción entre el sacrum  eucarístico y el peaje satisfecho a la cultura genocida es sangrante. Ha llegado la hora de la claridad de lenguaje y de actitudes. Los liberales liberticidas hablan constantemente de libertad, “han salido de nosotros, pero (ya) no son de los nuestros…[12]

 10º. La transformación de la cultura política exige la denuncia del liberalismo y un horizonte de Cristiandad.

Comentario: La vejación de la Humanidad por las prácticas políticas y económicas del liberalismo es inocultable. Los recursos naturales están siendo arrasados; la ciencia puesta al servicio de la muerte; la guerra convertida en negocio, y continentes enteros despoblados por la explotación y las pandemias. Ya no se necesitan más pruebas de la nocividad de las estructuras políticas supuestamente “neutras”. Ni hay más tiempo para experimentos de connivencia. La asimilación de los mitos políticos paganos no favorece la transformación de las estructuras, sino que alimenta la actual situación y conduce a una tragedia universal. Una “síntesis evangelizadora” en las democracias actuales solo se hará desde la arena del testimonio de la verdad de Dios y de su ley. Bajo el signo de la Cruz.

                             Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista

                                               Madrid, 8 de Diciembre del 2005

                                        Festividad de la Inmaculada Concepción

                                                       Patrona de España

 

[1] C. Vaticano II : Gaudium et spes, 41.

[2] C. Vaticano II : Gaudium et spes, 17. León XIII: Libertas praestantissimum, 7.

[3] Libertas praestantissimum, 23

[4] “La cultura debe estar subordinada a la perfección integral de la persona humana” G.S. 59. “El ejercicio de la autoridad política debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral” , G.S. 74. “La  representación del mal moral debe someterse totalmente a las leyes morales” , Inter mirífica, 7.

[5] De libero arbitrio, I, 6, 14.

[6] S. Theológica, I q.19 a 9 ad 3.

[7] León XIII: Libertas praestantissimum, 14.

[8] Robert Spaemann: Ciudadanos religiosos y seculares en la democracia. (Alfa y Omega nº 474, de 24 del IX  del 2005, páginas 9 a 15).

[9] Juan Pablo II : “Cuando los parlamentos legislan contra la ley natural se oponen frontalmente a la ley de Dios”. Memoria e identidad, cap. 22.

[10] Juan Pablo II: Cracovia, 18 de Agosto del 2002. Docs. Alfa y Omega 16, página 21.

[11] Juan Pablo II: “Una esclavitud en el campo moral atenaza hoy al hombre contemporáneo. El pecado dispone de medios más potentes e insidiosos para esclavizar las conciencias”. Roma, alocución a los sacerdotes de Evangelización 2000. ABC, jueves 20-IX-1990.

[12]  1 Jn. 2, 19.