El imposible consenso
16.08.06 Ocurría en el bar de mis padres hace ya más de medio siglo. Eran habituales las partidas de cartas, dominó o parchís. Frecuentemente surgían discusiones que eran más duras cuando había dinero por medio. Uno de los parroquianos, llamado Isaías, se hacía notar porque, tan pronto surgía la discusión, dejaba las cartas sobre la mesa y se hacía cargo de los billetes y monedas que había en la ella. Por si acaso. Dilucidada la cuestión, se encargaba del justo reparto. Nunca se quedó con algo que no le correspondiera.
Me ha venido a la memoria el recuerdo al reflexionar sobre la actual situación política. Sobre la insensata postura de los católicos, que confesándose tales, aceptan un sistema de libertad nominal para compartirlo con las izquierdas españolas.
Esta archidemostrado que por ese camino se llega siempre a la privación de las libertades más elementales para los católicos. Agresiones a los católicos bajo una monarquía nominalmente católica. Persecución desde el poder con toda clase de trabas legales. Persecución cruenta incluido el martirio de las personas y las cosas. Para terminar en la situación actual, en la que se ha llegado al ridículo de asimilar al matrimonio con las indecentes prácticas de los homosexuales.
Que no son casos aislados. Es a lo que siempre se ha llegado.
Esa experiencia demuestra que los católicos tenemos el derecho y el deber de imponer en España un estado confesional. El poder para nosotros. Somos los más y tenemos el derecho a exigirlo. Y también el deber de organizarnos para lograrlo. La conducta que Isaías observaba en las discusiones de las partidas, nos marca el camino que hemos de seguir en la política. El dinero en su mano para luego dar a cada uno lo suyo. El estado para los católicos, que luego nos encargaremos de respetar los derechos de los no católicos, que a ello nos obliga la doctrina que profesamos. Mientras que a los otros nada ni nadie superior les dicta una norma que les obligue.
Las evidentes injusticias que en el pasado hemos cometido desde el poder con los no católicos deben ser recordadas para no volver a caer en ellas. Pero, la historia lo dice, han sido siempre mucho menores que las que contra los católicos se han cometido cuando el poder ha caído en manos de quienes no reconocen la supremacía de Dios sobre los gobernantes.
Pecamos de inconsecuencia y de ingenuidad cuando nos quejamos de las injusticias del régimen actual y pretendemos remediarlas mediante el diálogo con quienes no creen en él. Con quienes están condicionados por idealismos que no les permiten razonar.
“Ante esas cortes, razonar es perfectamente inútil”. Lo escribió José Antonio de Aguirre en el diario Euzkadi en 1931. Se trataba de las cortes que elaboraron la Constitución de la República.
No dudamos que el panorama que nos presentan los partidarios de la democracia es muy seductor. Pero del dicho al hecho hay un gran trecho. Los primeros que no creen en la democracia son quienes la propugnan. Pues no seamos tan incautos de aceptar un sistema que nos presentan quienes no creen en él. Ellos no creen en la democracia. Nosotros tampoco. Prescindamos de ella.
El poder para los católicos. Que luego nos encargaremos de ejercerlo con justicia, respetando los derechos de los demás. Porque cuando lo han ejercido ellos han terminado por implantar la tiranía.
Carlos Ibáñez Quintana