Movida en el PNV
03.10.07. José Jon Imaz, Presidente de EBB, máximo órgano de Gobierno del PNV, ha anunciado su decisión de no volver a presentarse para el cargo y retirarse de la política.
Su decisión es consecuencia de que el organismo que preside no ha aceptado su proyecto de dar una orientación no soberanista a su partido y ha apoyado, en cambio, el proyecto de Ibarretxe de convocar un referéndum sobre la independencia.
La noticia es importante pero no tanto como se cree.
Desde sus primeros tiempos conviven en el PNV dos tendencias: la independentista, marcada por su fundador Sabino de Arana y la autonomista marcada por los euskalerriakos. Este era un grupo liberal fuerista que a la muerte de su dirigente, D. Fidel de Sagarmínaga, capitaneado por el naviero cántabro Sota, se incorporó al PNV.
En sus últimos tiempos Sabino de Arana preconizó un cambio de orientación que consistía en abandonar las tesis independentistas y limitar sus aspiraciones a la autonomía. Aparentemente aceptaba la postura de su correligionario (y a la vez contrario) Sota. Pero leyendo, aunque fuera someramente, sus escritos en esta época, se ve claramente que Sabino propugnaba la postura autonomista como táctica temporal. Por eso en el seno del PNV continuaron coexistiendo las dos corrientes.
En el Congreso de Elgoibar, en 1907, ambas corrientes llegaron a una fórmula de compromiso. Centrar sus aspiraciones en “la restauración foral plena”. La corriente independentista interpretaba tal reintegración como la vuelta a una independencia primitiva (que nunca había existido). La autonomista como una autonomía lo más amplia posible. La fórmula era ambigua.
Posteriormente los partidarios de la autonomía se apoderaron de los puestos directivos. Antiguos independentistas se convencieron de la imposibilidad de aspirar a la secesión y el Partido adoptó la línea autonomista. Llegó incluso a cambiar el nombre por el de Comunión Nacionalista Vasca.
Ello dio lugar a la primera escisión. Los independentistas abandonaron la organización u fundaron otro partido que adoptó el nombre primitivo de PNV. Con ellos se fue Luis de Arana, el hermano del fundador. Mientras los de la Comunión tenían como órgano de prensa el diario Euzkadi, los del Partido editaron el semanario “Aberri”.
Los enfrentamientos entre ambos grupos llegaron a ser muy fuertes. Pasó el tiempo y una nueva generación de nacionalistas empujaba hacia la unión. Esta se consiguió en el Congreso de Vergara, en 1930. Superando las diferencias, se fusionaron las dos organizaciones. Adoptaron el nombre primitivo de PNV y se lanzaron a una activa labor de organización dirigidos por un grupo dirigente a cuyo frente estaba José Antonio de Aguirre, formado en la Asociación Nacional de Propagandistas.
La caída de la Monarquía y la posibilidad de conseguir un estatuto con la República, les absorbió de tal modo que las diferencias entre autonomistas y nacionalistas quedaron latentes. Latentes pero no olvidada. Un antiguo miembro del grupo independentista para reavivar el odio contra España, que los nuevos dirigentes no mantenían vivo, publicó una antología que recogía todos los exabruptos de Sabino contra España y los españoles. Tituló la obra “De su alma y de su pluma”. Fue mal recibida por las autoridades del partido pero tuvo éxito entre las masas.
A pesar de las críticas que a José Antonio de Aguirre y sus compañeros de dirección les llegaban de los sectores más separatistas del nacionalismo, la política que seguían seguía siendo separatista. Con más disimulo para que fuera presentable ante los partidos españoles con los que trataban.
De modo que podemos afirmar, a la vista de lo ocurrido, que la moderación de la corriente autonomista era de pura boquilla. La aspiración de las masas nacionalistas siempre fue la independencia y su afirmación fundamental que ellos no eran españoles.
Por eso no estamos seguros de que las actuales discrepancias entre Imaz y Egibar no tendrán ninguna consecuencia en la marcha del nacionalismo hacia la independencia. Quien espere que de ellas surgirá un nacionalismo razonablemente autonomista que puede llegar a ser un soporte importante de la democracia española, cree en los Reyes magos.
El dirigente socialista que más duramente combatió al nacionalismo fue Indalecio Prieto. De él fue la idea de ofrecer a los nacionalistas un estatuto compatible con la Constitución republicana. Esperaba así apartar al nacionalismo de su postura católica y terminar con el problema separatista. Lo primero lo logró. Pero a costa de que el nacionalismo adquiriera un auge mayor.
Ya en plena guerra se aprobó el estatuto, por el cual el PNV se unía al Frente Popular. Pero a cambio de ello, Aguirre y su Gobierno actuaron como si rigieran un estado independiente. Ello favoreció al otro bando de modo que se puede decir que el beneficio que sacó el Frente popular del contubernio fue muy pequeño, casi nulo. Yo diría que negativo. De modo que el bando nacional se benefició de los problemas que Aguirre y los suyos causaron a sus aliados. Sin la traición de Santoña, es muy posible que el Frente Norte se hubiera mantenido en Asturias durante el invierno de 1937-1938.
Esperar del nacionalismo algo bueno para España, es una ilusión. En ese error hemos caído los españoles, tanto de “derechas” como de “izquierdas” en repetidas ocasiones. Aprendamos la lección
Zortzigarrentzale