¿Un nuevo partido católico? Una necesidad evidente

Por internet un amigo me envió una información aparecida en “El Mundo” en la que José Manuel Vidal le atribuye a D. Alfredo Dagnino. la frase: “El PP es incoherente con su ideario del humanismo cristiano”. Más abajo dice que El Sr. Dagnino cree que ha llegado la hora de “pasar a la acción” y “concretar la presencia de los católicos en la vida pública”. y la eventual creación de un partido político católico. Los entrecomillados son de la información recibida. Posteriormente en el Diario “La Gaceta de los Negocios” del lunes 2 de noviembre, se niega que El Sr. Dagnino tenga intención de fundar un nuevo partido.
La noticia inicial me sugirió las siguientes reflexiones que son válidas, aunque no exista tal intención y que brindo a todo el que pueda forjar el proyecto de un nuevo partido católico
Las haya pronunciado el Sr. Dagnino, o no, es algo evidente que “El PP es incoherente con su ideario del humanismo cristiano” Pero quiero aclarar lo referente a la fundación de un partido político católico. Lo veo necesario. Pero temo que si ello se hace se vuelva a incurrir en errores, como anteriormente.
Un partido político católico tiene que ser un partido político. Es decir tiene que propugnar un modelo de sociedad y unas instituciones políticas. El definirlo como católico no es suficiente. Máxime si tenemos en cuenta que la Jerarquía no cesa de recordarnos que la Iglesia no tiene soluciones concretas para los problemas temporales.
El ideal sería que todos los partidos políticos fueran católicos. Cualesquiera que fueran las soluciones propuestas para los problemas temporales, hay algo de lo que no se puede prescindir. Y ese algo es que el hombre pecó y con ello se degradó. Que, como consecuencia, el Verbo se hizo Hombre y nos redimió con su Sangre. Ello supuso para todo hombre una vida renovada, una justicia y una libertad, que no pueden quedar ausentes de las instituciones políticas y de los modos de gobernar.
Ya sabemos que la Fe no se puede imponer a nadie. Pero esa Fe no es una mera opinión. Aunque a los católicos se nos diga “eso es verdad para ti,  pero no es para mí”, aunque muchos católicos quieran frenar nuestras aspiraciones con un “no podemos imponer a los demás nuestras creencias”, creemos en hechos y lo que proclamamos son realidades. De modo que el católico que renuncia a llevar a la gobernación de los pueblos la Redención, está traicionando a sus conciudadanos. Les está privando de las ventajas que reportan a la sociedad leyes y formas de gobierno justas. Máxime viendo como, en los últimos siglos, al alejarse de la sociedad de Dios surgieron los totalitarismos genocidas, o bajo la etiqueta de democracia, el crimen convertido en derecho, la tiranía imperante, los jóvenes pervertidos desde las escuelas y la corrupción inundando la sociedad.
Partido que no se confiese católico, que no reconozca que por encima de todo poder temporal está la Ley Eterna de Dios, debe ser rechazado por los católicos. Y aquí no valen medias tintas.
No es suficiente
Pero no basta que un partido se limite a confesarse católico. Lo que es condición indispensable, no es suficiente. Y lo más difícil viene después de confesarse católico. ¿Sobre qué bases de doctrina política se organiza el nuevo partido?
La Comunión Tradicionalista Carlista, a la que pertenezco, viene luchando desde hace siglo y tres cuartos en defensa de un modelo político católico. Las vicisitudes históricas nos han reducido a una dimensión testimonial; carente de la fuerza material necesaria para ser hoy ese partido político que Vd. echa en falta. Eso ha motivado que muchos de los nuestros la hayan abandonado y buscando la “eficacia” se hayan incorporado a otros partidos. La mayor parte a ese PP que es “incoherente con el humanismo cristiano”. Un servidor también se ha planteado más de una vez hacer lo mismo. Pero, pensando que si dejo la Comunión tiene que ser para seguir luchando por los mismos principios, surgía la pregunta lógica: “¿a dónde voy?”  Y no he visto ninguna organización que respondiera a mis deseos.
Mi adhesión actual a la CTC no es cuestión de amor a una Dinastía, a una Bandera, a unas formas políticas, a una continuidad familiar. Es una cuestión de adhesión a unos principios. Pero no a unos principios abstractos, sino encarnados en la historia y en la vida de España. Helos aquí:
Dios: nos recuerda que el mundo ha sido creado por Él. Que Él ha establecido unas leyes que no pueden ser quebrantadas. Y más aún: que se ha hecho Hombre y ha venido a redimirnos.
Patria: España. Muralla contra el Islam. Espada contra la espada de la herejía. Evangelizadora de medio mundo. Cuna de los derechos humanos. Luz de Trento.
Fueros: Inseparables de la Patria. Barreras frente a los abusos del poder y cauces para la participación política de los ciudadanos.
Rey: Un gobierno independiente de los grupos, indiscutible, continuo y permanente. Limitado su poder por las leyes divinas y por los Fueros que ha jurado.
Dígame Vd. fuera de esos principios qué se puede intentar en España que no termine como el PP siendo “incoherente con su ideario del humanismo cristiano”.
Porque parte importante del PP fue Alianza Popular. Y en ésta se habían integrado los tradicionalistas de Unión Nacional. De tal modo que en algún pueblo de Vizcaya, los dirigentes tradicionalistas de siempre llegaron a negarme el saludo porque con mi negativa a seguir sus pasos, “estaba dividiendo”. Su fallecimiento me impide preguntarles ¿Ahora, qué?
Soluciones posibles
La Comunión Tradicionalista Carlista está esperando a todos los católicos que suspiran por un nuevo partido. La CTC continúa en su lucha secular contra la Revolución. Porque es la Revolución la fuente de todos nuestros males. La CTC carece de la fuerza material para ser hoy ese partido que necesitamos. Pero es la depositaria de lo más importante. De los únicos principios que pueden animar un movimiento que nos libre de la tiranía a que nos tiene sometidos la Revolución. Y no nos privamos de proclamar que nuestros principios son únicos, porque hemos buscado, seguimos buscando, otros y no los encontramos.
La objeción que los católicos pueden hacer a la CTC es su debilidad material. Pero ¿piensan esos católicos la fuerza que la CTC tendría si ellos la dieran el apoyo que actualmente están dando a otros partidos contrarios al humanismo cristiano, unos, o incoherentes con el mismo, otros?
Entre los católicos españoles puede surgir otro partido con otro nombre. Pero si quieren hacer algo bueno, que no constituya un fracaso como otras experiencias anteriores, tiene que ser a base de los principios permanentes de la España tradicional. A los carlistas no nos molestaría que otros los adoptaran y los llevaran a la práctica, algo de lo que nosotros no hemos sido capaces. Con gran alegría cantaría yo mi “Nunc dimitis” si el Señor me permitiera ver que en España, de la mano de quien sea, se hace realidad el Reinado Social de Nuestro Señor, en los términos que fijó SS. Pío XI  en su encíclica “Quas Primas”.
Carlos Ibáñez Quintana
 

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