Excursión a la Valldigna

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 5 de abril de 2011. La vocalía de juventud de la Comunión Tradicionalista Carlista del reino de Valencia ha organizado hoy una excursión de jóvenes carlistas por el hermoso vall de la Valldigna, terminando en el monumental monasterio de la Valldigna, el Poblet valenciano.

Comenzando desde Barx, hermosamente adornado con las boinas y banderas de los jóvenes tradicionalistas, hemos recorrido el sendero PRV-50 bordeando los espectaculares bosques de Puigmola y Pla de Suros, hemos ascendido hasta el pico del Avenc de Toro y luego hemos descendido hasta Simat. Un total de algo más de 9 kilómetros, estropeados en el tramo final por los vestigios de un incendio acaecido hace varios años, del que por desgracia el monte aún no se ha recuperado. Como siempre que se trata de una excursión de jóvenes carlistas, rezo del Ángelus y Rosario, muchas canciones (la flor de la margarita, alto quién vive, himno de los pelayos… cantados con más miedo que vergüenza), risas y animada charla. A mitad de camino nos hemos detenido en una ermita dedicada a la Virgen de los Desamparados para reponer fuerzas con el tradicional chocolate (mucho más eficaz que las modernas barritas energéticas). Por supuesto, con el apoyo inapreciable de un “coche escoba” (gracias Jesús).

En Simat hemos comido a la puerta del Monasterio y compartido posteriormente un animado café donde no ha faltado la tertulia política. Por último, el grupo ha visitado el impresionante monasterio de Santa María de la Valldigna, un patrimonio de riqueza difícil de calcular y, por desgracia, poco valorado por nuestro pueblo. Otorgada la carta de donación del valle (entonces llamado del Alfondéc) por el rey Jaime II el Justo el 15 de marzo de 1297, la orden del Císter construyó a lo largo de 3 siglos un impresionante complejo monacal, con un claustro alrededor del que se yergue el refectorio, la sala capitular (atribuida a Pere Compte, el mismo arquitecto de la Lonja de Valencia), los dormitorios y sobre todo la espectacular iglesia dedicada a Santa María, de 16 metros de altura en la bóveda, de planta barroca (fue construida a partir de 1644 como reconstrucción de la anterior, destruida por un terremoto), con acabados rococó que han sido parcialmente restaurados. Actualmente desacralizada, al cristiano se le cae el alma a los pies al ver tan impresionante edificio convertido en un cascarón vacío, allí donde durante siglos se renovó el sacrificio eucarístico, se adoró a Dios y se veneró a su Santa Madre con tanta devoción y solemnidad. Del aspecto ruinoso de la mayoría de los edificios es buen ejemplo el palacio abacial, del que poco queda en pie, aunque se ha restaurado una parte, incluyendo la arcada del sobreclaustro, una de las partes más hermosas, que fue despiezada y llevada piedra a piedra a un chalet de la sierra madrileña en 1920.

 Y es que este foco de cultura, devoción y riqueza, que se engrandeció con las muchas donaciones que reyes, nobles y particulares hicieron a lo largo de 5 siglos y medio, fue arrebatado a los monjes en 1835 con ocasión del latrocinio del especulador elevado a ministro por los liberal progresistas, de mal recuerdo Mendizábal. Destruidas sus obras de arte, arruinados sus edificios, saqueadas sus riquezas, convertidos en campos de patatas sus espacios abiertos y en establos sus edificios venerables, vendidos y traslados a otros lugares sus más delicados conjuntos escultóricos, la revolución liberal hizo un trabajo de destrucción que no hubiese superado la bolchevique. No se nos escapa que otros liberal progresistas contemporáneos querrían hacer algo parecido con el patrimonio actual de la Iglesia, y los carlistas hemos de estar atentos a evitarlo, como lo hicimos en ocasiones anteriores. A partir de 1998 el gobierno autonómico valenciano compró el terreno y ha llevado a cabo un mínima restauración, que apenas permite comprender, como un reflejo pálido, lo que fue la grandeza del monasterio más importante de nuestro reino, cuyos abades tenían asiento en cortes y entre cuyos nombres podemos destacar a Arnau de Saranyó, el gran constructor del siglo XIV, y a Rodrigo de Borja, que fue abad comendador hasta su elevación al solio pontificio con el nombre de papa Alejandro VI.

Terminada la visita cultural, hemos regresado todos a nuestros domicilios, con la esperanza de repetir pronto a otro lugar emblemático de nuestra naturaleza y nuestra historia.

http://www.carlistes.org