Reflexiones constitucionales

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jueves 15 de diciembre del 2011. Se habla con cierta frecuencia de “los padres de la Constitución”. Son siete.
Cuando a algún humano se le atribuyen varios padres, se trata del hijo de una ramera, más o menos notoria, que tiene tratos simultáneamente con varios varones.
Por analogía, podemos decir que la Constitución es hija de una ramera. No descubrimos ningún secreto. Se trata de la Revolución. La gran ramera de la modernidad que nos está haciendo creer a los humanos  que “somos como dioses”. Y los humanos nos lo hemos creído.
No es esta Constitución la única hija de la Gran Ramera. En el año que comienza dentro de poco se cumplirá el segundo centenario del primer vástago que tuvo en España.
De todas formas los hijos de ramera, como los demás humanos, tienen un sólo padre. De entre los varios que frecuentan a su madre sólo uno es el que la fecunda. El vástago en cuestión tiene el ADN de uno sólo de ellos. El parecido físico que denuncia a su progenitor, suele ser exclusivamente con éste. Una concepción “a escote” como preguntaba el Buscón de Quevedo a su madre, no la admite la naturaleza.
En la actual Constitución se aprecian las intervenciones de sus diversos padres. De modo que se ha producido una generación que contradice las leyes de la naturaleza. Así ha salido el engendro. Acaba de cumplir los 33 años y los seguidores de sus padres están pidiendo su reforma.
Los demócratas más sensatos acusan que los demócratas en ejercicio han vaciado de contenido a la Constitución. Son demócratas quienes lo han hecho. Porque los enemigos de estos engendros, de éstas hijas de la Gran Ramera, no hemos tenido arte ni parte en la política actual.
Hoy en España hay demócratas de derechas y demócratas de izquierdas. Los de derechas, en su mayoría, no son auténticos demócratas. Proceden del franquismo al que sirvieron, del que se aprovecharon y traicionaron. Se manifiestan demócratas sin mucha convicción, porque es “lo que hoy se lleva”. No les importaría apoyar otra dictadura, si fuera viable, para salir de la crisis, mejor dicho del caos en que nos hallamos.
Los demócratas de izquierdas, se presentan como “los auténticos”. Como partidos importantes están los socialistas y los comunistas. No creemos que los comunistas tengan el tupé de alardear de fervores democráticos a la vista de los resultados en los países en que han gobernado sus partidos hermanos. Nos quedan como “auténticos” demócratas los socialistas.
Pues son precisamente éstos quienes más tiempo han gobernado bajo la vigente Constitución y quienes la han vaciado de su contenido. De modo que hoy todos exigen su reforma.
Y es que una Constitución que se basa en lo que “el pueblo quiere” (eso en teoría) en realidad plasma los sueños de unos cuantos. En una palabra: una Constitución que se basa exclusivamente en los deseos de unos hombres, no puede ser respetada por esos mismos hombres, que son conscientes de la debilidad (mejor vacuidad) de sus fundamentos. ¿Como podemos respetar una ley nacida de nuestra voluntad? Eso es lo que vemos que está pasando.
Hablando como filósofo, más que como Pontífice, S. S Benedicto XVI nos ha recordado que “sin Dios no hay libertad”. Y ese es el cimiento falso sobre el que se basan las constituciones hijas de la Gran Ramera: se empeñan en darnos una libertad sin Dios. Y la construyen; pero sobre arena.

Bilbao, 6 de diciembre de 2011
Carlos Ibáñez Quintana