De nada sirve volver a lo mismo
09.06.2009 Nos referimos al artículo que Gabriel Albiac ha publicado en la página 5 de La Razón el lunes 30 del pasado mayo.
Todo el artículo es una acertada crítica de la situación actual llegando a calificar al Estado como “el más desmesurado de los déspotas”. Se apoya en la declaración de los derechos del hombre de la Francia revolucionaria de 1789. Cita el párrafo que afirma que “toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada y la división de poderes no esté determinada no posee constitución”.
Nos encontramos, una vez más, ante un desengañado. El artículo que comentamos nos recuerda a la frase, tantas veces citada, de Ortega y Gasset cuando hubo transcurrido un corto tiempo desde la proclamación de la República: “No es esto, no es esto”. A lo cual no nos queda otra contestación que la aprendida de nuestros maestros en el pensamiento tradicional: “Sí es esto, ¿por qué iba a ser de otra forma?”.
Cometeríamos un gran error si no reconociéramos en muchos seguidores de la Ilustración clarividencia y buena voluntad. No es la ausencia de éstas cualidades la que les pierde sino su desconocimiento de la realidad del hombre. Desconocimiento del Pecado Original, con el que todos nacemos. Desconocimiento de la Redención, de la que todos estamos necesitados. Optimismo respecto a la posibilidad de perfeccionamiento del hombre y de la sociedad por la sola razón.
Albiac es uno de esos hijos de la Ilustración. Pero su inteligencia y honestidad le impiden comulgar con ruedas de molino. Su adscripción a una escuela de pensamiento no le ciega y ve, y denuncia, lo que otros también ven (es imposible que no lo vean) pero disimulan, incluso falsifican para alabar.
El argumento del artículo mencionado es que el sistema imperante, tanto en España como en Europa, ha traicionado los ideales de la Revolución Francesa. La solución que propone es volver a 1789 para empezar de nuevo. Como si la historia fuera una carta que se puede romper, echar a la papelera y volver a escribirla desde el principio.
El Sr. Albiac propone un imposible. La carta no se puede romper y volver a escribir porque ya ha sido enviada. Además que de nada serviría el intento de volverla a escribir, porque volvería a salir el mismo escrito que ahora no nos gusta y rechazamos.
Volver a 1789, aunque fuera posible, acabaría en que en el año 2200 otro Gabriel Albiac volvería a formular el mismo deseo.
Tiene razón cuando califica al Estado del más desmesurado déspota. Por algo venimos pidiendo los carlistas desde hace más de un siglo: ”menos Estado y más Sociedad”.
Nunca alcanzaremos el paraíso en la Tierra que se nos viene prometiendo desde el siglo XVIII. Pero al menos en la España cristiana existió la monarquía limitada por la Ley de Dios y por los Fueros. La Ley de Dios hace que el Rey gobernante sea consciente de sus limitaciones. Sea consciente de que él no puede ser fuente de derecho y moralidad. Los Fueros actuaban como barreras ante los posibles abusos del poder y cauces para la participación en la vida pública de los hombres y grupos sociales.
No hay que volver a tiempos pasados: es imposible. Basta con que afrontemos con realismo los problemas presentes y establezcamos estructuras políticas adecuadas al estado actual de la sociedad. Eso es el progreso: la mejora constante de lo que hemos recibido de nuestros padres. No puede ser progreso tirar por la borda todo lo existente y empezar de nuevo como si de construir Brasilia se tratase. Y es que también para edificar Brasilia hubo que tener en cuenta lo preexistente.
La vuelta a la monarquía cristiana (que no le exige la aceptación de nuestra Fe a D. Gabriel Albiac y a los que como él piensan) con sus Fueros, es la única solución para librarnos de este Estado, “del más desmesurado de los déspotas”.
Carlos Ibáñez Quintana