De Orduña Requetés
20.07.06 De Orduña requetés,
Ciudad de tradición,
Se aprestan a luchar,
por Patria y Religión
(Del himno a los requetés de Orduña)
Cuando se condena el levantamiento de 1936, falseando los hechos, voy a recordar aquellos días del Alzamiento tal como ocurrieron en mi pueblo. Yo estaba a punto de cumplir los seis años. Muy poco vale lo que puedo aportar de mis propios recuerdos. Pero terminado el conflicto, y a lo largo de muchos años he mantenido conversaciones con los principales protagonistas de aquellos hechos.
A principios del año 1936 visitaron en Orduña a Juan Vildósola dos enviados del Requeté de Bilbao. Se trataba de organizar a los jóvenes carlistas de Orduña para un levantamiento militar. Vildósola comenzó a comprometer gente, encuadrarla y hacer algunos ejercicios de tiro con pistola en la Sierra Salvada. Posteriormente los requetés de Orduña, por razones logísticas, pasaron a depender de Álava.
Se preparó la recepción de armas. Vildósola quedó de acuerdo con Abelardo Colechá, encargado de los arbitrios municipales, para que hiciera la vista gorda cuando llegasen. Incluso tenía preparado el escondrijo para las mismas. Las armas no llegaron.
Pocos días antes se recibió un telegrama cifrado que decía: “El movimiento tiene carácter militar”.
Llegó el día 18. Vildósola esperaba órdenes que tenían que venir desde Llodio (Álava). El domingo día 19 se reunió Vildósola con sus colaboradores en la taberna de las hermanas Iza, con el pretexto de merendar un gato. Unos eran partidarios de levantarse con las escopetas y pistolas de que disponían. No sabían cual sería la postura de la Guardia Civil y de los Forales. Suponían que los primeros se sumarían al Alzamiento, dada la orientación ideológica de los componentes del puesto. También contaban con adictos entre los segundos. Pero en ambos grupos primó la disciplina y se declararon por el Gobierno.
Al anochecer estaban paseando con sus respectivas novias Eloy Landaluce y Serafín Fernández de Aguirre. Cada uno con su pistola en el bolsillo. Llegó un guardia civil, acompañado de dos elementos de la Agrupación republicana en busca de Eloy. Eloy llevaba la oficina de la cantera de yeso. Le buscaban para que les entregase las llaves del polvorín y la dinamita existente en el mismo, que pasó al centro republicano.
Ante la falta de noticias y órdenes, Vildósola decidió enviar en busca de ellas a Vitoria. Fueron elegidos tres requetés. Eloy Landaluce y José Mari Huertos saldrían de la Ciudad por un camino. José Mari Lecanda, por otro.
Llegaron a Izarra, que dista veinticinco km de Vitoria. Allí se encontraron con un turismo ocupado por un grupo de falangistas armados que les trasladó a Vitoria. En ésta se hallaba ya el Capitán Perea, jefe de la demarcación de Llodio de la que dependía Orduña.
Mientras tanto los jefes del Requeté de Álava habían dado orden de que se concentrasen todos en la Capital. El Regimiento de Artillería estaba por el Gobierno, Caballería de Numancia, por el Alzamiento. Y Flandes (infantería) dudoso, a pesar del compromiso de su Jefe, Camilo Alonso Vega, que contaba con algún oficial adicto.
Volvieron a Orduña Eloy y José Mari Huertos. Llegaron a la huerta de “Martinico”, tío de Eloy, y le encargaron transmitiera la orden a Vildósola. A su vez, Cristeta Cuadra, una joven de Artómaña, se encargó de llevar la orden a Arceniega. Ignoro el medio de transporte que empleó.
A todo esto, apoyados por la Guardia Civil, los republicanos se habían hecho dueños de la situación. Le preguntaron a Vildósola:
-¿Qué hacéis vosotros?
– Cosas de militares – contestó – Ya sabéis que contra ellos hemos luchado en dos guerras.
A la siguiente mañana, muy temprano, tomó su caja de herramientas y salió por la carretera de Vitoria. Nadie le detuvo. Por si le preguntaban, tenía preparada la coartada de que iba a arreglarle al Cura de Aloria.
Obedeciendo la orden los requetés fueron abandonando la Ciudad. La mayor parte camino de Vitoria, como decía la orden. Los menos al Valle de Losa por la Sierra Salvada. Los primeros que llegaron a Vitoria se encuadraron en una compañía que partió inmediatamente a Somosierra. Con ellos iba de Capellán don Alberto López de Berganzo, a quien los comunistas de Saracho le habían quemado la iglesia unos meses antes.
Los demás formaron el núcleo de la Cuarta Compañía de Álava, que luego se encuadraría en el Tercio de la Virgen Blanca. Los que pasaron al Valle de Losa constituyeron valiosos auxiliares del médico de Quincoces, Don Valeriano Loma Ossorio, en la organización de los requetés que ocuparon el murallón de la Sierra Salvada que contuvo a la milicianada de Bilbao. Quedarían encuadrados en el Tercio de Santa Gadea.
En días posteriores fueron pasando otros que no estaban comprometidos de antemano. Se trataba de carlistas de edad que huían de la persecución roja. De ser detenidos y apresados en Bilbao. Incluso algún no carlista detenido por dos veces por su vinculación con las obras parroquiales. Llegó a la plaza un camión de milicianos y comenzó a leer una relación de socios del Círculo que debían ser detenidos. Entre ellos estaban mi primo Ricardo Robledo y su amigo Julio Gamboa. Catorce años el primero y quince el segundo. A oír sus nombres, no esperaron más: a la Sierra Salvada como camino más corto. Modesto Cereijo no tuvo tanta suerte. Con sus catorce años fue apresado y vivió el cautiverio hasta la liberación de Bilbao.
Hasta setenta figuran en la lista, que hemos hecho de memoria, de los incorporados en los primeros momentos
Dado el carácter de la acción, Vildósola no había contado con unos pocos jóvenes de familias forasteras, aunque eran socios del Círculo. Fueron detenidos y llevados a Bilbao. Liberados en junio de 1937 se incorporaron al Tercio de Nª. Sª. De Begoña.
No nos alargaremos relatando sus aventuras bélicas. Algunos no volvieron a Orduña. Yacen en tumbas improvisadas en los montes que defendieron contra milicianos y gudaris. De los que volvieron ninguno trajo más que la satisfacción del deber cumplido. Algún honor, como la Medalla Militar Individual de Serafín Fernández de Aguirre ganada en el Ebro. Vildósola volvió a abrir su barbería. Trabajando hasta el último día murió con setenta y dos años en 1958. Mi amigo José Ízaga le preguntó en cierta ocasión:
-¿Cómo Vd. habiendo sido Teniente no ha conseguido ningún enchufe?
– Porque yo salí a luchar por una Idea, no para conseguir un enchufe.
Como él todos. Yo los he conocido y he hablado con ellos. Eran mis héroes. Ya se vislumbraba el cambio político y el fracaso del Alzamiento, por la traición de quienes ocuparon los cargos directivos. Con tristeza comentábamos los acontecimientos. En medio del pesimismo terminaban con la misma idea:
LO HICIMOS POR DIOS.
Carlos Ibáñez Quintana