Mienten, mienten y mienten

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05.07.06. En “El Correo Español “de Bilbao publica hoy, seis de junio, un artículo de opinión firmado por D. Manuel Unciti titulado “No usarás el nombre de Dios en vano”. Se refiere al discutido tema de si la Conferencia Episcopal debe, o no, pronunciarse sobre la unidad de España. Nada hay que objetar al mismo. Nosotros mismos pensamos que es un tema en el que conviene la abstención episcopal. Como remate del mismo, pretendiendo confirmar su tesis con un caso en que la Iglesia obró injustamente, hace una referencia a la conquista de Navarra por Fernando el Católico con los siguientes párrafos:

Los vascos navarros recuerdan aún hoy que en el año 1512 el rey Fernando el Católico exigió paso libre por Navarra para luchar contra el rey de Francia Luis XII, excomulgado desde hacía ya dos años por el Papa Julio II. El monarca navarro Juan dÁlbret se resistió cuanto pudo y optó por negociar con Francia y Castilla. Le valió de bien poco. Seis mil infantes, dos mil quinientos caballeros y 20 cañones cayeron sobre el Viejo Reino. Por si fuera poco, el Duque de Alba, capitán general de los castellanos y aragoneses, amenazó a las poblaciones que se le resistían con la excomunión papal. Fernando el Católico hizo publicar poco después la bula ‘Pastor ille coelestis’. Castigaba con la pena de excomunión a los que no depusieran las armas en el plazo de tres días y siguieran favoreciendo la causa del francés. Las tierras navarras pasarían a ser propiedad del primero que las conquistase. Así se hizo Fernando el Católico con el título de rey de Navarra. Una nueva bula del ya moribundo Julio II, firmada en febrero de 1513, excomulgaba nominalmente al rey navarro. El Viejo Reino, con sus gloriosos 700 años a sus espaldas, perdía su independencia. La Iglesia, por su parte, perdía su honor. ¡Se había extralimitado, y mucho, y había ‘usado el nombre de Dios en vano’! No había tenido en cuenta suficientemente que Dios ha dejado a la autonomía de los hombres y de los pueblos la organización de los asuntos terrenos, sin que la Iglesia tenga nada que decir en estas diferencias salvo que, en todo caso, se salvaguarden la justicia y la solidaridad.

La lectura de los párrafos copiados nos ha indignado por las mentiras que contiene, tan notorias como para que sean apreciadas por quienes de la historia no tenemos más conocimientos que la lectura de algunos libros.

En 1512 se hallaban en guerra la República de Venecia, La Santa Sede, y los Reyes de España e Inglaterra, contra Luis XII. Éste había sido excomulgado porque, con el apoyo de algunos cardenales, había intentado deponer al Papa y nombrar a otro.

Los ejércitos del Rey de Inglaterra estaban sitiando Bayona. Y en su apoyo tenía que enviar don Fernando tropas castellanas.

Hasta entonces los Reyes de Navarra, sobrinos de D. Fernando, permanecían neutrales. Pero en Blois firmaron un pacto secreto con el Rey de Francia por el que se comprometían a permitir que sus tropas atravesasen Navarra para atacar a Fuenterrabía e impedir el socorro castellano a los sitiadores de Bayona. Don Fernando, que tenía espías en la corte de sus sobrinos, se enteró inmediatamente y ordenó al Duque de Alba que ocupase Navarra.

En tres días llego a Pamplona en la que entró sin resistencia. Dice el Sr. Unciti que “Juan d’Albret resistió cuanto pudo y optó por negociar con Francia y Castilla”. No resistió nada. Cierto es que negoció con Francia (menor dicho con su Rey) para ponerse de acuerdo en dar una puñalada por la espalda a Castilla. ¡Si esto es negociar con Castilla!

Solamente Tudela se resistió unos meses. En Tudela fue donde utilizaron la bula papal para convencerles de lo improcedente de su resistencia. La bula excomulgaba, con toda la razón, al Rey de Francia y a sus aliados.

Según el derecho de la época los súbditos de un rey excomulgado quedaban libres de todo deber hacia el mismo. El trono de Navarra quedaba vacante, no porque lo decidiera la Iglesia para la ocasión, sino porque esa era la norma general.

No se entiende bien la conquista de Navarra si no se conoce la historia de los cincuenta años anteriores. Las luchas entre agramonteses y beamonteses. Éstos, partidarios del Príncipe de Viana, a quien su padre usurpaba el trono navarro, y aquellos partidarios del usurpador. Se habló del envenenamiento del Príncipe. Muerto éste pasaron los derechos a su hermana Dª. Blanca, que prisionera de su hermana menor, Dª. Leonor, murió al poco tiempo envenenada. Quedaba como única heredera Dª. Leonor y de ella descendía la Reina de Navarra casada con el francés D. Juan de Albret (Albrit, Labrit o Albareta, que de todas esas formas se le designa)

Dª. Leonor se había casado con el Conde de Foix. Desde entonces los reyes de Navarra se movían en la órbita francesa. Aunque en Navarra fueran reyes soberanos, sus riquezas radicaban en sus dominios franceses, en los que eran vasallos de otro rey. Eso causaba un gran descontento en Navarra. Los reyes no atendían debidamente a la gobernación del Reino y pasaban más tiempo allende de los Pirineos que en Pamplona. Por eso no es extraño que el bando beamontés, al que repugnaba reconocer por soberana a Dª. Leonor., comenzase a propugnar la incorporación de Navarra a Castilla desde bastante antes de la conquista. De ahí la facilidad con que el Duque de Alba llegó a Pamplona y la poca resistencia que encontró en su paseo militar.

El Sr. Unciti habría quedado muy bien si no hubiera incluido en su artículo el relato de unos hechos que los nacionalistas vascos (Campeón y sus discípulos) falsificaron hace casi un siglo para tener un argumento histórico en que fundamentar el nacionalismo vasco en Navarra. Campión y los suyos mintieron y el Sr. Unciti estaba obligado a saberlo.
 

Carlos Ibáñez Quintana