La representación popular
19.09.07. Recientemente han surgido en el seno del PP dos problemas. Por un lado su partido filial en Navarra, UPN, ha solicitado disponer de grupo propio en el Parlamento de Madrid. Se alegaba para ello la necesidad de que Navarra tuviera en el mismo una voz distinta que la del parlamentario separatista que, aunque integrado en el grupo mixto y aun disponiendo por ello de poco tiempo, puede hablar en nombre del Reino Pirenaico.
Por otro lado ha sido Ruiz Gallardón quien ha expresado su deseo de ser incluido en las listas de Madrid, alegando que la Capital debe de tener una voz en el Parlamento.
Las altas instancias del PP han rechazado ambas peticiones argumentando que los diputados no representan a grupos concretos sino a toda la Nación. Con ello han demostrado la ineficacia de esa que dicen representación popular. Toda la Nación es mucha representación para que la represente un diputado. Además, una representación distribuida entre varios cientos de diputados no es una representación. Al estar distribuida la función entre tantas personas, se presta a que ninguna de ellas se ocupe de lo que se tiene que ocupar. Parafraseando el principio filosófico de que “lo que demuestra demasiado, no demuestra nada”, podemos decir que “quien representa demasiado, no representa nada”.
En puridad democrática puede que así sea. Ya en la Ley Orgánica del Estado que Fraga consiguió que aprobásemos en referéndum en diciembre de 1966, se hacía constar que los procuradores representaban a toda la Nación y que no estaban sometidos a ningún mandato imperativo. Absurdo si consideramos que la elección era orgánica.
La teoría liberal es esa. Sin embargo en la realidad, en las campañas electorales, los candidatos generalmente prometen defender los intereses de la circunscripción por la que pretenden el acta. Siempre ha sido así. Por otra parte, de hecho, en el Parlamento hay una voz, aunque débil que representa a los separatistas navarros. Los prejuicios de la ideología liberal impiden que pueda ser contrarrestada por la más fuerte de los navarros no separatistas.
Pretendiendo representar a toda la Nación, los parlamentarios no representan a nadie. Y de hecho la lo hemos comprobado cientos de veces cuando hay debate y, como un rebaño, aplauden a los oradores de su partido y abuchean a los del contrario. Y al llegar a la votación lo hacen todos disciplinadamente de manera que el resultado de la misma se puede anticipar con una exactitud total conociendo el nombre de los presentes.
Los diputados representan a los partidos, no al pueblo que les ha elegido con sus votos. Renuncian a su condición de seres racionales para obedecer al rabadán. Como las ovejas. Peor que las ovejas. Pues al fin y al cabo los pastores necesitan de la cooperación de los perros para que sus órdenes sean cumplidas.
Una pregunta nos queda por formular: “¿Quién manda en los partidos?”. La dejamos ahí. A ver si los defensores del sistema falsamente llamado democrático con capaces de contestarla.
Carlos Ibáñez Quintana